Durante las últimas semanas, los últimos días, el debate en torno al Sistema de Salud del país ha subido de tono. A lo largo de este período hemos escuchado argumentos, cifras, posiciones ideológicas e, incluso, prejuicios, simplificaciones burdas y un sinnúmero de descalificaciones y hasta afrentas personales y grupales.
A nivel del congreso, un camino largo y controvertido – como suele ser allí – terminó en el archivo de una propuesta de reforma gubernamental pero coincidiendo, sospechosamente, al mismo tiempo se sucedió la intervención forzosa de las dos más grandes EPS de país, seguida por la solicitud de una tercera de liquidación voluntaria, condiciones todas que pusieron al Sistema en crisis.
Incertidumbre, ese es el término en boga. Incertidumbre, primero para los pacientes y sus familias sobre la garantía de continuidad en los tratamientos de diálisis, quimioterapia, antirretrovirales, factores de coagulación y otro cúmulo de condiciones de gravedad que no toleran suspensiones de atención ni por un solo día. Incertidumbre también para todos los actores del Sistema: clínicas, hospitales, laboratorios, casas farmacéuticas y operadores de medicamentos, entre otros, sobre lo razonable que será esperar la cancelación oportuna de sus facturas y a su vez sus obligaciones para con sus proveedores y personal.
Las personas, ante la incertidumbre, pierden su tolerancia a la espera, acudirán entonces a la solicitud inmediata de los servicios pendientes hacia una red de prestadores pobremente abastecida y que por esa condición tiene mermada su capacidad de respuesta: congestión, sobreutilización de los servicios de urgencias con el consecuente deterioro en los tiempos de respuesta y un incremento en la agresividad, violencia y riesgo hacia la misión médica; el cuerpo médico y de enfermería será agredido y mal tratado.
El pilar sobre el que funcionaba este, como todos los Sistemas del mundo, era la confianza. Confianza en que alguien me atenderá cuando lo requiera, confianza en que me suministrarán los medicamentos que requiero con oportunidad y calidad, confianza en que se honrarán las obligaciones contractuales, financieras y de servicio que soportan el funcionamiento todo del modelo. Es la confianza la que se perdió esta semana y esa es la baja más sensible que hoy lamentamos.
Construir confianza tarda años, décadas, destruirla solo toma tres días, como se evidenció esta semana que terminamos y que vio morir el Sistema con el que contamos durante los últimos treinta años con todos sus defectos y ventajas.
No podemos quedarnos en temores, se nos demanda, como siempre, la construcción de esperanza aún (o tal vez más aún) en los momentos más críticos, a eso nos entregamos ahora. Espero compartirles pronto nuestras propuestas.
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Por: Alejandro Gómez.
Médico, exsecretario de Salud de Bogotá