El drama romántico no es un género que escoja, con frecuencia, cuando voy a cine; esta vez, sin embargo, Collen Hoover con su novela: Romper el Círculo, ha logrado abrir una ventana que hoy me permite ver el abuso doméstico con otros ojos. Al libro de Hoover llegué gracias a un club de amigos que leen y se reúnen alrededor de las historias… Es un relato tranquilo, entre epístolas y narrativa te descubres rápidamente enganchado, hasta que llega el momento en el que reconoces que te hablan de un tema delicado, aunque creas estar leyendo una sencilla novela de romance. Entre ciclos negativos, verdades a medias, engaño y manipulación, empiezas a identificar los patrones del abuso, y comprendes que ese relato te abre los ojos con sutileza. Esta historia, y su respectiva adaptación cinematográfica a cargo de Christy Hall (guion), y Justin Baldoni (dirección), han sido una invitación respetuosa a mirar con compasión la problemática social del abuso, que resulta ser más frecuente de lo que quisiera aceptar.
Aquí no habrá spoilers, pero sí una recomendación: léase el libro. No porque considere que sea una mala adaptación (todo lo contrario, la disfruté), sino porque creo que la película es gancho y complemento. Quisiera creer que las personas con las que compartí la sala sabían a qué iban, quisiera pensar que nadie ha romantizado el abuso y que, por el contrario, se ha logrado entender la naturaleza galante y complaciente del abusador. Porque de eso va la historia, de un drama romántico que busca seducirte, no para que termines impresionado por las características ingeniosas y divertidas de un personaje de rasgos narcisistas, sino para que identifiques la complejidad del círculo. Creería yo, y esto puede ser muy ambicioso de mi parte, que el objetivo realmente es despertar la empatía, es entender que el abuso tiene sus razones y patrones, es traer a la conciencia el dolor ajeno. Baldoni ha logrado popularizar aún más la ya conocida historia de Hoover, esto la convierte en un enlace para normalizar conversaciones incómodas alrededor de problemáticas sociales.
El paso más difícil de dar es siempre el primero, cualquiera sea el contexto. Identificar el error, reconocer un patrón de conducta autodestructivo, no es una tarea que se nos dé naturalmente, pues tendemos a creer que nos amamos y que todo cuanto hacemos va en pro de nuestro desarrollo. Y es que el amor también se aprende; se aprende lo sano, pero también lo insano, y los seres humanos como bien sabemos por la psicología, nos inclinamos por los escenarios ya conocidos. El verdadero privilegio, entonces, es el amor genuino que ejerce de ventana a los vínculos positivos. ¿Y si no? El reto radica en la voluntad de cambio, en saberse equivocado y emprender un camino incómodo pero sanador. No importa en qué momento del proceso y de la vida estemos, hacernos conscientes de las falencias es un acto de valentía, porque implica reconocer la propia responsabilidad y constituye la base para salir del victimismo. Aceptar la falta, por difícil que sea, es el primer paso de muchos otros (cada vez menos dolorosos) que, tras un buen análisis y un mejor acompañamiento, son la promesa de salida.
No es que Lily Bloom, la protagonista de la historia (interpretada por Blake Lively en la película), nos lleve por un camino educativo terapéutico, se trata más de un relato del drama social, que desde una mirada amorosa logra explorar el vínculo y la resiliencia. Existen momentos en los que cuesta la verdad, porque encajarla desacomoda y en ocasiones duele; Lily refleja una capacidad maravillosa de superación y una notable fortaleza al enfrentar su presente y su historia, al abrazar su dolor físico y emocional. Entender un tema tan complejo desde afuera no es tarea fácil, por eso la invitación es a mirar con atención los sucesos, el amor, la consciencia y la toma de decisiones de la protagonista a pesar de su vulnerabilidad. El foco en el detalle es la invitación que siempre hago a mis estudiantes cuando hablamos de arte o de cine, porque allí está la esencia, nada es azaroso. En Romper el Círculo vale la pena mirar con tiempo y detenimiento el proceso de Bloom, su resiliencia. Esta es una historia que trata con mimo y cariño una realidad hostil (la del abuso), y sin ser una suerte de terapia, nos presenta conceptos importantes para que se geste la resiliencia, como la red de apoyo, la honestidad y la valentía.
Rile Kincaid, protagonizado por Baldoni (también director), personifica la otra cara del abuso: un hombre aparentemente encantador, atento, galante y complaciente, que carga dolores profundos que explican su actuar, pero que de ninguna manera justifican el maltrato. La manipulación y el abuso son cultivadores de la ira, el dolor y el agotamiento emocional. Esta historia es una representación realista, sí, pero no deja de ser ficción; la vida real presenta situaciones en las que los involucrados experimentan un abanico de emociones bastante más complejo. El objetivo ojalá sea afinar la mirada, que en la cotidianidad realmente podamos abrazar al otro y evitar comentarios del tipo “no nos interesa”, “le gusta que l@ traten mal”, y reemplazarlos por la escucha activa, por la comprensión y, solo si comprendemos el tema, por un consejo que le permita al otro salir del bucle. Lily Bloom se presenta como la mujer valiente que es, y con razón, pero ojo que Kincaid, en su cobardía, también tiene mucho que enseñar. Rile Kincaid es un personaje que, aunque parezca extraño, invita a mirar con solidaridad la personalidad gélida de quien no se permite amar, pues aunque no se justifique de ninguna manera la manipulación, se entiende que esa actitud aparentemente inconmovible y rígida, en realidad encierra un dolor inefable.
La adaptación cinematográfica nos brinda la oportunidad de abrir un diálogo alrededor del abuso doméstico, la violencia psicológica, el autoconocimiento y el cuidado personal. Por fortuna, la novela ya ha tenido una acogida importante y ha conmovido a miles de lectores, pero el trabajo de Justin Baldoni y su equipo ha logrado popularizar aún más la historia, lo que permite fomentar una conversación que llegue todavía a más personas. La comprensión de situaciones de abuso, la mirada respetuosa a quienes enfrentan desafíos psicológicos tan profundos, debe ser la consigna, debe ser la apertura con la que nos acerquemos al libro y a la película. Necesitamos mirarla con atención y cuidado, necesitamos llegar al núcleo y evitar romantizar el drama, estar prestos a la reflexión para despojarnos de prejuicios. Ojalá aprovechemos la historia y su boom mediático, y tengamos la gallardía de entablar conversaciones de cara a la verdad.
La película en imágenes
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Autora: Diana María Pérez
Artista y comunicadora con experiencia en el área social, el arte y la docencia. Apasionada por el cine, la narrativa, la expresión creativa.
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