Japón, 1920. El cine es una manera toda bonita de viajar por el mundo y en el tiempo, y la animación, en particular, me resulta de lo más ensoñadora. Se Levanta el Viento (2013), es una historia preciosa de Hayao Miyazaki, que narra parte de la vida Jiro Horikoshi, un hombre soñador que termina convirtiéndose en el creador de importantes diseños aeronáuticos japoneses. Entre biografía y fantasía, el director nos presenta al personaje principal, sus sueños, referentes, decisiones y deseos. Aborda temas que pueden ser muy inspiradores, como la creatividad, la disciplina, el amor y hasta las implicaciones de la guerra. La narrativa audiovisual actúa como una pequeña ventana que despierta la curiosidad, y Miyazaki sí que sabe de seducción; sus películas son el verdadero placer visual que, al menos a mí, me permiten conocer cosas que de otra forma no lo haría.
Esta es una narrativa japonesa, no americana. Es decir, carga una cierta inocencia sin ser ingenua; no es el final feliz de Disney, Pixar o Dreamworks, y a pesar de que se presentan con naturalidad las situaciones adversas de la vida, no deja una sensación de vacío. No es que los finales perfectos no tengan su encanto, pensaría que todos los buscamos cuando se nos dificulta gestionar las emociones propias de la vida. Tampoco se trata de llenarnos la cabeza de realismo y documental, que también es válido y enriquecedor, pero para el equilibrio, historias como la de Jiro, que nos ofrecen con dulzura pequeñas dosis de verdad. Es la vida, lo sabes, y aun así es bellísima. Miyazaki, con su estilo delicado y su estética cuidada, bien sabe exponer una realidad compleja sin sacrificar por ello su armonía.
A mí me resulta una narrativa potente, pero que no ofrece emociones especialmente intensas, lo que me hace disfrutarla desde una reflexión más pausada. Aquí todo se desarrolla con muchísima delicadeza: la historia de un amor bonito, honesto, paciente y sencillo. Nada de dramas especialmente caóticos, sin triangulaciones, sin idealismos, pero real. Sencillamente precioso. Un personaje perseverante y soñador, humano, que se ve lógicamente afectado por la situación social e histórica que atraviesa. Miyazaki no deja de lado cuestiones importantes como la equidad, la justicia, la paz o la guerra, pero las reflexiones que sugiere se presentan como pinceladas sutiles y al mismo tiempo contundentes. Se me hace más como una especie de meditación sobre los sueños y la vida misma, tomando como referente la vida del ingeniero aeronáutico Jiro Horikoshi.
Visualmente studio Ghibli es un deleite. Creo que en eso podríamos coincidir todos; el nivel de detalle y la calidad de la ilustración son impresionantes. Claramente tiene un tinte poético y nostálgico, hablar del pasado nos hace añorar otros tiempos y realidades. Es el resultado de imaginar y recordar los hechos que han permitido a la humanidad construir el ahora. Parece un homenaje a la creatividad humana, desde el diseño aeronáutico hasta el paisajismo, teniendo en cuenta su similitud con algunas obras de la historia del arte. Y es que ver ciertos encuadres es como sentir que esos lugares ya los conoces. Quizá lo esté forzando, pero encuentro en el estilo de Miyazaki el protagonismo de luz y color tan propio del impresionismo, esto sin mencionar que es casi evidente la presencia de la mujer con sombrilla de Claude Monet. Esta película, como buena producción de studio Ghibli, expone muy bien el método japonés para las artes y para todo, son exigentes con sus procesos y sus resultados no podrían hablar de otra cosa que no fuera la excelencia.
Lo que siempre destaca en las producciones de Miyazaki es ese estilo tradicional, por lo que vale la pena verlas siempre. Aquí todo suma: paisajes meticulosamente dibujados que aportan dinamismo, profundidad y textura; animación fluida y detallada de personajes, entornos y aviones, que logran evocar emociones precisas que hacen de la comunicación del mensaje, un hilo constante y tranquilo. La belleza es el sello de Ghibli, películas de domingo tranquilas que no te venderán humo, pero que te permitirán soñar. No duden en agendarla para este mes, solos o acompañados, con helado de yogurt o crispetas, pero dense el regalo de una experiencia visual única, y si tienen la oportunidad de ponerla en japonés, todavía mejor… ¡Qué idioma tan hermoso! Este artista es genial demostrándonos que esta es una profesión de pasión, inspiración y método: es justamente la destreza técnica la que permite una expresión creativa de primer nivel.
No sé si todos van a Google después de una película, a mí me encanta, especialmente cuando son historias que se alejan tanto de mis intereses (los motores y vehículos no me generan especial fascinación). Sin embargo, el cine me acerca a nuevas ideas y me lleva a averiguar un poco más sobre el contexto y sus personajes, y siempre es bueno encontrar datos nuevos. De Se Levanta el Viento me quedaron un par de referencias chéveres que me permitieron situar la historia. Vale la pena revisar el momento de transición de la era Taisho a la Era Showa en Japón, que supuso una serie de cambios sociales y políticos en un país que se abría y democratizaba (de ahí las preguntas por la equidad y la justicia). El Japón de entreguerras, una sociedad en crisis económica, referencias sobre la cultura del diseño aeronáutico y las incidencias de la paz y de la guerra en un país que se esforzaba por salir adelante, son pedacitos de historia que a uno le quedan en la memoria, porque lo que viene con el cine, se queda con uno.
¹Inspiration unlocks the future. Technology eventually catches up.
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Autora: Diana María Pérez
Artista y comunicadora con experiencia en el área social, el arte y la docencia. Apasionada por el cine, la narrativa, la expresión creativa.
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