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Benedetti y la indignación selectiva del gobierno, ¿Indignación real o cálculo político?

Imagen: Cortesía Presidencia de Colombia

La indignación no es aleatoria. Lo que nos molesta dice mucho sobre quiénes somos, qué nos interesa y qué priorizamos. Pensé en esto viendo el Consejo de ministros televisado por la Presidencia de la República.

Al ver el desarrollo de este espacio, tuve dos percepciones. La primera, la falta de gestión sobre los recursos con los que cuenta la Presidencia para cumplir sus propuestas de campaña. No se habló de presupuesto, logística o planes de trabajo, solo se mencionaron las metas como si fueran favores o encargos de tienda de barrio. La segunda, la actitud del presidente hacia sus ministros. Parecía más enfocado en encontrar culpables que en solucionar problemas. Los ministros, por su parte, hicieron lo mismo: trasladar la responsabilidad de los incumplimientos, olvidando lo más importante el deterioro que estos incumplimientos le sumaba a las condiciones y derechos de la gente.

Con los días, surgió una tercera inquietud: la indignación de los ministros y seguidores del gobierno con la figura de Armando Benedetti. No tengo intención de defenderlo, ni a él ni al presidente ni a sus ministros. Lo que me interesa es la reacción que genera Benedetti y el juicio moral que se le hace. Más allá de si lo merece o no, vale la pena preguntarse qué ha cambiado desde la campaña hasta ahora. ¿Por qué su presencia era aceptable entonces y ahora es vista como inmoral o poco ética?

Fue una de las figuras más importantes de la campaña presidencial. En ese momento, nadie dentro del Pacto Histórico parecía tener reparos en que Benedetti estuviera en la mesa de decisiones. Entonces, ¿el problema es realmente ético o simplemente utilitario? ¿Quiénes hoy lo rechazan pensaron que era coherente usar a personas que consideran cuestionables en campaña para luego descartarlas en el gobierno? Y si esto pasó con Benedetti, ¿Con cuántos otros actores políticos, económicos e incluso ilegales ocurrió lo mismo?
Este asunto revela otro punto. Más que por los actos o posturas de Benedetti, según mi percepción la indignación parece estar ligada a identidad y ego. En el Consejo de ministros, a muchos no les molestaba la presencia de este señor por sus actos o forma de pensar, sino por cómo los hacía ver. Otras figuras dentro del gobierno han estado en situaciones similares sin generar la misma reacción. Al parecer, lo que realmente incomoda es que los medios, su entorno y la sociedad los perciban como iguales a Benedetti, que los asocien con su tipo de persona o sus valores. En el fondo, parece ser una cuestión de validación de identidad.

Esto es relevante porque, dentro del Pacto Histórico y entre los seguidores de Petro, ninguna otra figura había generado este nivel de indignación, a pesar de que otras acciones u omisiones han afectado a muchas más personas. Por ejemplo, las 56.000 familias perjudicadas por la corrupción en la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) en La Guajira. O las 800.000 personas, en su mayoría mujeres, afectadas por los cambios en el sistema de salud de los maestros. También están las más de 154.000 personas que no reciben tratamiento en las EPS intervenidas por el gobierno, según las quejas registradas. Sin mencionar los 50.000 desplazados y más de 50 muertos en el Catatumbo.

Aun así, ninguno de estos casos provocó la misma reacción que Benedetti, pese a haber afectado directamente a más personas. Dejando ver que las prioridades del gobierno y su entorno están más enfocadas en la imagen, el marketing político, el ego y validación de la identidad que en los derechos de las personas y las condiciones de vida de estas.

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Autor: Juan Camilo Rojas.

Sociólogo con MBA, enfocado en gestión y seguimiento de proyectos, planificación estratégica, análisis de indicadores sociales y gestión pública.

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