Imagen: Cortesía Jurisdicción Especial para la Paz -JEP-
La condición ideal para algunos es destruir la historia, “hacerla trizas”, como quien rompe un juguete viejo. Claro, si olvidamos el pasado, ¿para qué molestarnos en pensar? Viviríamos en un perpetuo presente, un paraíso para aquellos que prefieren la comodidad de la amnesia a la complejidad de la memoria.
Y es que la Realpolitik, ese enfoque tan “pragmático” de la política —que en realidad se traduce como “política realista” o “política de la realidad”— se basa en la máxima “el fin justifica los medios”, aunque esos medios incluyan la manipulación, la mentira y el olvido conveniente. ¿Ideales? ¿Principios morales? ¡Pamplinas! Lo importante, según esta doctrina, es el poder, el beneficio propio, y si para conseguirlo hay que pisotear la ética, pues que así sea. Se trata de una visión cínica del mundo donde las decisiones se toman en función del interés nacional, sin importar demasiado el coste humano o las consecuencias morales. En resumen, una especie de “vale todo” disfrazado de estrategia política.
Un ejemplo de manual: un político que justifica sus acciones más cuestionables con tal de mantener su posición de poder. O mejor aún, que fabrica bulos para ocultar sus fechorías. Las derechas de todo el mundo se han convertido en auténticas expertas en este arte, aunque, seamos justos, la izquierda tampoco se queda atrás.
Miren si no el caso del ayuntamiento de Madrid, donde el ‘novio’ de la presidenta (sí, con minúsculas, que no se nos olvide el detalle) se embolsó 6 millones de euros en comisiones por la venta de mascarillas. Y ¿qué es lo que se investiga? ¡Al fiscal general, por la supuesta filtración de un posible acuerdo judicial! Como si la culpa fuera del mensajero y no del que se lleva el botín. Mientras tanto, la parejita feliz disfruta de sus pisos, sus lujos y sus campañas de encubrimiento, financiadas con el dinero público.
Pero no crean que esto solo pasa en las “Españas”. Acá, a la vuelta de la esquina, también se cuecen habas, o, mejor dicho, se asan mazorcas. Hace 8 años, Fico, con su cara de yo no fui, escondía el desfalco a EPM tras la necesidad de “hacer estudios” para el metro de la 80. Se apropió de los recursos de la venta de Isagen, que eran del municipio, y ¡zas!, se los “mecateó en cositas”.
Y qué decir de Quintero, su supuesto sucesor, alumno aventajado en el arte del desfalco. Mientras nos distraía con EPM, reformaba estatutos y repartía contratos a sus amigotes como si fueran caramelos. El Parque Norte, Isvimed, Indeportes… todas convertidas en franquicias de la corrupción. Cuando nos quisimos dar cuenta, el erario era la caja registradora de las “mafias” locales. “Hacer trizas” la escombrera
La condición ideal para algunos es destruir la historia, “hacerla trizas”, como quien rompe un juguete viejo. Claro, si olvidamos el pasado, ¿para qué molestarnos en pensar? Viviríamos en un perpetuo presente, un paraíso para aquellos que prefieren la comodidad de la amnesia a la complejidad de la memoria.
Y es que la Realpolitik, ese enfoque tan “pragmático” de la política —que en realidad se traduce como “política realista” o “política de la realidad”— se basa en la máxima “el fin justifica los medios”, aunque esos medios incluyan la manipulación, la mentira y el olvido conveniente. ¿Ideales? ¿Principios morales? ¡Pamplinas! Lo importante, según esta doctrina, es el poder, el beneficio propio, y si para conseguirlo hay que pisotear la ética, pues que así sea. Se trata de una visión cínica del mundo donde las decisiones se toman en función del interés nacional, sin importar demasiado el coste humano o las consecuencias morales. En resumen, una especie de “vale todo” disfrazado de estrategia política.
Un ejemplo de manual: un político que justifica sus acciones más cuestionables con tal de mantener su posición de poder. O mejor aún, que fabrica bulos para ocultar sus fechorías. Las derechas de todo el mundo se han convertido en auténticas expertas en este arte, aunque, seamos justos, la izquierda tampoco se queda atrás.
Miren si no el caso del ayuntamiento de Madrid, donde el ‘novio’ de la presidenta (sí, con minúsculas, que no se nos olvide el detalle) se embolsó 6 millones de euros en comisiones por la venta de mascarillas. Y ¿qué es lo que se investiga? ¡Al fiscal general, por la supuesta filtración de un posible acuerdo judicial! Como si la culpa fuera del mensajero y no del que se lleva el botín. Mientras tanto, la parejita feliz disfruta de sus pisos, sus lujos y sus campañas de encubrimiento, financiadas con el dinero público.
Pero no crean que esto solo pasa en las “Españas”. Acá, a la vuelta de la esquina, también se cuecen habas, o, mejor dicho, se asan mazorcas. Hace 8 años, Fico, con su cara de yo no fui, escondía el desfalco a EPM tras la necesidad de “hacer estudios” para el metro. Se apropió de los recursos de la venta de Isagen, que eran del municipio, y ¡zas!, se los “mecateó en cositas”.
Y qué decir de Quintero, su supuesto sucesor, alumno aventajado en el arte del desfalco. Mientras nos distraía con EPM, reformaba estatutos y repartía contratos a sus amigotes como si fueran caramelos. El Parque Norte, Isvimed, Indeportes… todas convertidas en franquicias de la corrupción. Cuando nos quisimos dar cuenta, el erario era la caja registradora de las “mafias” locales. Bueno también eran “oficinas” en el sentido de pagar a los delincuentes como se hacía en algún municipio del sur, cuyo nombre prefiero no recordar.
Gemelos, mellizos… da igual. Lo importante es que ambos se comportan como auténticos depredadores de lo público. Se atacan mutuamente con discursos patrioteros, pero a la hora de la verdad, ambos se apoderan de los recursos y de la historia, dejando a su paso un reguero de mentiras y promesas incumplidas.
Y nosotros, como borregos, tragando el anzuelo una y otra vez. Nos llenamos la boca con palabras bonitas: democracia, participación, legalidad… pero caemos en la misma trampa, engañados por el mismo discurso vacío, por el guion que nos proponían. Unos alardeaban: “Independientes”, mientras los otros gritaban: Creemos.
Hoy Fico nos repite la dosis y nosotros, que nos llenamos la boca con inmensidades bien intencionadas, democracia, participación, legalidad, honestidad, administración y tantas otras, pasamos por ese mismo engaño, en su trampa, en su guión.
Tapar lo feo siempre será moda, sobre todo si lo que tapa es la historia. Hoy “los buenos” aparecemos en manada a defender murales, expresión, derechos … y por supuesto no nos falta razón, tanto como a ellos les sobra estrategia.
Y la escombrera, ese símbolo de la memoria y el dolor, queda relegada a un segundo plano. Mañana será la JEP, y pasado mañana, quién sabe qué otra parte de nuestra historia “harán trizas”.
Tomás Eloy Martínez, en Santa Evita lo dice con mayor elocuencia “La historia puede llevamos a cualquier parte, a condición de que nos salgamos de ella.”
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Autor: Juan Bernardo Gálvez
Consultor en Planeación participativa y ordenamiento territorial.