En Colombia, la cultura de la trampa, manifestada en actos como sobornar a agentes de tránsito o evadir impuestos, alimenta estructuras corruptas que muchos critican sin reconocer su propia complicidad. Esta mentalidad colectiva ha tenido consecuencias internacionales, como la exigencia de visa por parte del Reino Unido, tras descubrir altos niveles de solicitudes de asilo fraudulentas por parte de colombianos.
La indignación de muchos, incluido el presidente, se enfoca solo en el hecho en sí y propone una reciprocidad en la política de visados. Sin embargo, esa reciprocidad debería considerar también el comportamiento ciudadano de los nacionales del Reino Unido. Es probable que la proporción de ciudadanos británicos cometiendo fraudes en Colombia sea significativamente menor.
El papel del gobierno en la educación no debe limitarse únicamente a desarrollar competencias académicas, intelectuales o científicas orientadas a la productividad. Es fundamental implementar herramientas pedagógicas que fomenten un relato nacional basado en valores como la solidaridad, la empatía, el respeto por la ley y el esfuerzo. Estas características son esenciales para impulsar el progreso de la nación.
Es evidente que una gran parte de los colombianos y colombianas prefiere transitar por el camino del esfuerzo, el respeto y la honestidad. Si todos identificamos las actitudes fraudulentas como aspectos negativos, será posible que, en un futuro cercano, desaparezcan situaciones que marginen a nuestros connacionales en el escenario internacional.
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Por: Luis Miguel Úsuga Samudio
Exsecretario de Cultura de Medellín