Es enormemente preocupante constatar que con cada día que pasa se aleja más la posibilidad de que implementen los acuerdos de La Habana.
Creo que el presidente Santos es merecedor de reconocimiento por el enorme esfuerzo que culminó con la firma del acuerdo en Cartagena.
Es triste que gracias a la desidia de la mayoría, solo con la decisión de un 20% de la población se reverse un acuerdo que pondría fin a un conflicto terrible.
Creo que es ilegítimo y que hubiera sido igual de ilegítimo si hubiera ganado el Sí con un margen tan apretado.
Creo que es ridícula la posibilidad de que declaren nulo el plebiscito argumentando que el huracán distorsionó los resultados, también creo que podría invalidarse el resultado teniendo en cuenta el reconocimiento que hizo el gerente de la campaña del NO. No pueden negar los de esa campaña que Vélez tiene la jerarquía y la tradición dentro de su organización para que se ajusten a la verdad sus declaraciones.
También es un hecho, según las declaraciones de Francisco Santos, que al interior del Centro Democrático hay un sector que lo que realmente quiere es acabar con el proceso.
En este proceso de paz se han cometido terribles errores: No se le dio participación a algunos sectores, hubo problemas de comunicación, las Farc sostuvieron un tono arrogante y se desconoció el hecho de que la nación le dio un mandato al presidente Santos mediante su reelección: Negocie La Paz. No era imprescindible el plebiscito.
Lo terrible, el daño colateral, la aberrante consecuencia de este proceso ha sido el afloramiento de pensamientos arcaicos, medievales, fanáticos, retrógrados:
«El Papa Francisco injiere indebidamente en asuntos de una nación independiente», el premio Nobel fue asignado como consecuencia de la mermelada…
He escuchado y he visto en redes, especialmente en Antioquia, la amenaza de La Guerra Civil si no se implementan las exigencias de los del No. Me sorprende que en muchos casos estas amenazas provienen de gente instruida, también hablan de una encriptada conspiración que implementará una ideología de género que establecerá a la fuerza una familia diferente a la Católica Romana.
Otra invocación que no escuchábamos desde los tiempos de Lehder y Escobar era la de la implementación de un estado federado. Lo preocupante de esto es que la historia ha demostrado que ese es el preludio del nacionalismo, que el combustible de estas fuerzas es el sentimiento de superioridad de grupos de débiles sociales.
La federalización del país sustentada en la existencia de una «raza paisa» era un mito que yo creía que se había extinguido con nuestros abuelos.
No me siento orgulloso por los paisas que viven en Bogotá y hablan mal de la ciudad que los acoge y de la que viven, tampoco de los que dicen que la capital de Colombia debería ser Medellín, ni de los que prefieren desaparecer al diferente, ni de los que se sienten orgullosos de acciones violentas (¡le voy a dar en la cara marica!).
La solidaridad y la empatía nos abandonaron, no siento que nos espante la posibilidad de que nuestros jóvenes vuelvan a matar o a morir. Nuestra mente está vagando en laberintos conceptuales en los que se discute si hubo o no guerra, si era conflicto o guerra civil. En últimas lo que nos ha quedado es que nos asesinamos fratricidamente durante los últimos 60 años. Todos los muertos son nuestros: Guerrilleros, miembros de las Fuerzas Armadas, Paramilitares, Narcotraficantes, Bacrin… ¡todos son colombianos!, hijos, hermanos, padres, madres… no hay ninguna razón que justifique ninguna muerte… ningún precio es alto para evitar la muerte de ninguna persona colombiana.