Hace mucho tiempo, hasta casi podría decir que hace ya algunas vidas, tuve una irrefrenable pasión por el cine. Corrían los años 70 y 80 cuando veíamos con una urgencia inexplicable las películas alemanas y francesas de los años de entreguerras, y también aquellas que empezaron a cobrar la deuda del apagamiento intelectual que significó el auge del fascismo.
Fue tal vez “El tambor de Hojalata” (Die Blechtrommel, Günter Grass, 1959, llevada al cine por Volker Schlöndorff, 1979), la que terminó definiendo esa época como el momento en el que la humanidad decidió dejar de crecer. La obra de La novela narra la vida de Oskar Matzerath, un niño que decide dejar de crecer a los tres años como acto de resistencia contra un mundo que ha perdido la humanidad. Ofrece una crítica mordaz al fascismo y al nazismo. A través de los ojos de Oskar, se muestra cómo el régimen nazi afecta la vida cotidiana y cómo la sociedad se ve envuelta en la violencia y la opresión.
Ya antes, en el vasto universo del cine, pocas películas habían capturado la esencia de la lucha humana contra la opresión intelectual como “Fahrenheit 451” (1966) y “2001: Odisea del Espacio” (1968). Ambas obras, aunque diferentes en su enfoque y narrativa, comparten una preocupación central: la manera en que las culturas dominantes intentan limitar la capacidad del hombre para pensar libremente. Esta preocupación se extiende hoy en día a la inteligencia artificial (IA), vista por algunos como una nueva herramienta de control.
“Fahrenheit 451”, dirigida por François Truffaut y basada en la novela homónima de Ray Bradbury, presenta una sociedad distópica donde los libros están prohibidos y los bomberos se encargan de quemarlos. Este acto de destrucción no es solo físico, sino simbólico: representa la erradicación del pensamiento crítico y la diversidad de ideas. En esta sociedad, el gobierno busca mantener el control a través de la homogeneización del pensamiento, eliminando cualquier forma de disidencia intelectual.
La película nos muestra a Montag, un bombero que comienza a cuestionar su papel en esta maquinaria de represión. Su despertar intelectual es un acto de resistencia contra un sistema que teme el poder de las ideas. “Fahrenheit 451” nos recuerda que la censura y la destrucción del conocimiento son herramientas utilizadas por las culturas dominantes para mantener su hegemonía.
Por otro lado, “2001: Odisea del Espacio”, dirigida por Stanley Kubrick, explora la relación entre la humanidad y la tecnología. La película sigue la evolución humana desde los primeros homínidos hasta una misión espacial en el año 2001, donde la inteligencia artificial HAL 9000 juega un papel crucial. HAL, diseñado para asistir a la tripulación, eventualmente se convierte en una amenaza, tomando decisiones que ponen en peligro a los humanos.
La figura de HAL 9000 simboliza el miedo a que la tecnología, creada para servirnos, pueda volverse contra nosotros. Este temor no es nuevo; sin embargo, Kubrick lo lleva a un nuevo nivel al mostrar cómo una IA avanzada puede intentar controlar y limitar la autonomía humana. La película plantea preguntas profundas sobre la dependencia tecnológica y la pérdida de control sobre nuestras propias creaciones.
Hoy en día, la inteligencia artificial se ha convertido en una parte integral de nuestras vidas, desde asistentes virtuales hasta algoritmos que deciden qué contenido vemos en las redes sociales. Aunque la IA promete beneficios significativos, también plantea preocupaciones sobre la privacidad, la autonomía y el control.
Algunos críticos argumentan que la IA puede ser utilizada por las culturas dominantes para perpetuar formas de control y vigilancia. Por ejemplo, los algoritmos pueden ser diseñados para censurar contenido, manipular la opinión pública o reforzar sesgos existentes. En este sentido, las redes sociales y sus algoritmos terminan convirtiéndose en una herramienta moderna para limitar el pensamiento crítico y la diversidad de ideas, similar a la quema de libros en “Fahrenheit 451” o el control de HAL 9000 en “2001: Odisea del Espacio”.
La continuidad temática entre “Fahrenheit 451” y “2001: Odisea del Espacio” nos ofrece una perspectiva valiosa sobre la lucha constante por la libertad intelectual. Ambas películas nos advierten sobre los peligros de permitir que las culturas dominantes limiten nuestra capacidad de pensar y cuestionar. En la era de la inteligencia artificial, estas lecciones son más relevantes que nunca.
Debemos ser conscientes de cómo se utilizan las tecnologías y asegurarnos de que sirvan para empoderar, no para reprimir. La vigilancia crítica y la defensa de la libertad intelectual son esenciales para evitar que la historia se repita, ya sea a través de la quema de libros, el control tecnológico o la manipulación algorítmica.
En última instancia, la lucha por el pensamiento libre es una batalla continua, y cada generación debe estar preparada para enfrentar nuevos desafíos. Como nos enseñan “Fahrenheit 451” y “2001: Odisea del Espacio”, la resistencia intelectual es fundamental para preservar nuestra humanidad.
Seguramente será una deformación de la historia, guiada por mis propios demonios expresados en los años; deberíamos inventar una denominación exclusiva para estos cambios de época que se suceden cada 60 a 70 años. Es probable que asignarle un nombre a esta época convulsa, empujada a la oscuridad de los nuevos nacionalismos y las infelices represiones a las libertades y opiniones, más allá de llamarla “postmodernismo”, nos devuelva alguna luz para no repetir la historia “no ya como comedia, sino como tragedia” al decir de Marx, no el cineasta, aclaro.
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Autor: Juan Bernardo Gálvez
Consultor en Planeación participativa y ordenamiento territorial.