Search
Close this search box.

Aquí es todo, menos ahora

  • Sólo quiero hacer arte
  • Se va a morir de hambre

No tenía veinte años cuando lanzaba a un artista cercano mi verdad, como una especie de salvavidas para que me sacara de la corriente de decisiones que iba tomando de manera aparentemente libre. A Rodolfo le agradezco la provocación, sé que sus palabras no eran una sentencia. Me entregaba entonces un regalo al presentarme la enorme contradicción entre lo que decía y hacía, y supe allí que la defensa del arte en uno es una decisión tan dolorosa como satisfactoria. Dentro del abanico temático que es Here, hubo un asunto en particular que me llamó la atención: ¿cómo logra vivir un artista sin arte?

Dejo esa pregunta abierta y para no contarles de qué se trata, mejor lo dejo ahí. Aquí es un viaje en el tiempo, muchos asuntos tocados superficialmente, lo que quieran que sea, excepto el momento presente. Justo comentaba hace poco que me atrapan especialmente las películas que me hacen sentir en el teatro, y llega Here proponiendo ese único escenario tan soso. Qué pesar admitirlo, pero sí, es más intenso el teatro; qué aburrida y arrogante me leo, como si existiera una forma correcta de hacer arte, como si las diferentes formas de expresión artística compitieran entre sí. La película toca varios asuntos con ligereza, abre y cierra ventanas… A veces, de hecho, las deja abiertas sin más. Es una película espectacular, pero desde su acepción teatral: es pintoresca, quita y pone elementos, está llena de clichés. Es entretenida, pero la verdad es que es básica y plana.

No me interesa mucho entrar en la narrativa, lo que sí hay aquí es una forma distinta de hacer las cosas, que termina siendo algo sobre lo que quisiera preguntarme. Advierto que haré «spoiler” del cómo, de las formas, de lo superficial (que en últimas viene siendo casi todo). Lo primero y más evidente es ese único escenario que va de un momento a otro y que termina siendo muchos “aquí”. De alguna manera me recordó La Ballena, con una enorme diferencia, y es que esta última cuenta una historia muy poderosa. Debió ser porque se sintió tan real. Aquí, por su parte, es muy ficticia. Y es que, hablando de hacer las cosas de manera distinta, Aquí está cargada de inteligencia artificial. ¡Paren todo! Qué cantidad de desaciertos en el cine, en la música, en la vida. Y uno termina cayendo también: ¿si lo hacemos con IA? Me he preguntado esto muchas veces últimamente, en ocasiones he cedido y en otras me ha parecido buena idea. ¡No! No siempre lo es. Sin embargo, la uso.

El hecho del plano fijo, honestamente, a mí no me molesta mucho, incluso me parece un reto creativo interesante. Rescato ese recurso de abrir ventanas, esos pequeños encuadres que interrumpen el plano general, y que lo llevan a uno de un momento a otro. Por otro lado, eso de ubicar la cámara en un punto fijo y de dejar que las cosas pasen, me hace pensar que puede ser genuino y espontáneo, pero aquí no. Es cierto que se pierde mucha información, sobre todo desde lo actoral, pero hay algo más que me desconecta. A veces es el vestuario tan de publicidad de los 80, a veces son los árboles digitales. Sin duda me desconecta el no saber para qué tengo un dinosaurio al frente, o el imaginario tan infantil que se tiene de las comunidades nativas norteamericanas. Esa representación tan burda de lo que se cree que es la muerte para una comunidad indígena del norte… Tampoco es que yo lo sepa, pero estoy casi convencida de que su visión del mundo guarda una riqueza enorme.

La sociedad americana me resulta rarísima, muy autómata, ¡qué miedo! Voy por la vida sacudiéndome lo mal aprendido en mi paso por Seattle y California. Hablaba en un principio de contradicciones, pues bien, aquí va una de las mías: con todo y sombras, me siento siempre agradecida con San Francisco por coser los pedazos de la artista que soy, y aunque me duele verme al espejo y sentirme como uno de los personajes de Aquí, entiendo que basta con deshojar para no ser fachada. Rompí la pantalla en 2024 para permitirme nuevas historias, unas más honestas, más reales, cotidianas, menos espectaculares. Es decir, el cine tiene que servirle a uno para permitirse abrir los ojos. Qué pereza hacer lo que es tendencia, lo que corresponde, lo que resulta más económico. Qué pereza de verdad ese modelo artificial sugerido desde Silicon Valley, desde Hollywood. Aquí me recuerda los motivos por los cuales estoy hoy en Medellín. Aquí no me abre los ojos, eso está clarísimo, pero tampoco me los venda.

Me pregunto una última cosa y es ¿qué sentido tiene desistir de las cosas bien hechas? Si algo hacen bien las universidades americanas es desarrollar un método funcional que sirva al mensaje. Yo agradezco muchísimo esa visión atenta que se me sugirió cuando estudié arte, sobre todo el dibujo académico y la escultura a la luz del renacimiento. Así mismo veías bailarines y actores caminar por el campus prestando atención a lo realmente importante en el arte… Entonces, si se hace un esfuerzo por formar artistas que entiendan el proceso antes de preocuparse por “parir” como sea un “resultado espectacular”, ¿qué necesidad hay de entregar una historia artificial y de poca profundidad? ¿Por qué un director que en el pasado se dedicó al proceso y puso su empeño en la ejecución de buenas prácticas artísticas, hoy se entrega tan torpemente a la IA?

.

Autora: Diana María Pérez

Artista y comunicadora con experiencia en el área social, el arte y la docencia. Apasionada por el cine, la narrativa, la expresión creativa.
LinkedIn: www.linkedin.com/in/dianape/
IG: @dmariape