Cuando la humanidad dejó de ser únicamente cazadora y comenzó a cultivar, observó que el sol parecía detenerse en el cielo (sistere). Descubrieron que ese momento, astronómicamente relacionado con la máxima inclinación del planeta hacia el sol, era propicio para sembrar.
Este evento se convirtió en símbolo de vida y fertilidad. Todas las culturas lo celebraron como un tiempo sagrado de esperanza y agradecimiento, estrechando lazos con sus dioses, la naturaleza y sus comunidades.
Sin embargo, en nuestro contexto actual, estas tradiciones han adoptado formas que no siempre están alineadas con el respeto a nuestro entorno. Hace más de una década, un grupo de paramilitares celebró un acuerdo con una masiva quema de pólvora el 1 de diciembre. Este hecho ha generado polémica, pues algunos líderes sociales, incluidos amigos cercanos, consideran que la actual costumbre de quemar pólvora en esta fecha podría interpretarse como una conmemoración de un acto criminal.
A esto se suma el daño comprobado que esta práctica provoca en la fauna local, como la del Valle de Aburrá, y el estrés extremo que causa en muchas mascotas. A pesar de los esfuerzos de las autoridades para controlar esta tradición, el uso de pólvora ha aumentado año tras año, evidenciando la insuficiencia de las campañas y sanciones para cambiar el comportamiento social.
Es claro que la absoluta mayoría de las personas que participan en estas celebraciones no lo hacen para honrar aquel hecho criminal ni son plenamente conscientes del impacto ambiental que generan. Pero prohibir el uso de pólvora únicamente desde el ámbito legal no ha sido una solución efectiva.
Para abordar este problema de manera integral, es necesario reforzar las capacidades de la fuerza pública y el sistema judicial para garantizar el cumplimiento de las normas. Sin embargo, la verdadera clave radica en un esfuerzo educativo y cultural que inicie desde las escuelas y que involucre a todos los sectores de la sociedad: iglesias, universidades, empresas y grupos de voluntariado.
Solo un esfuerzo colectivo que fomente una conciencia profunda sobre el daño ambiental, el bienestar animal y el respeto mutuo permitirá transformar esta práctica. Es fundamental replantear la idea de que quemar pólvora es algo “bello” o necesario para celebrar.
Diciembre nos invita a expresar amor, gratitud y esperanza. Aprovechemos este mes para reflexionar sobre nuestras tradiciones y demostrar que nuestra cultura puede evolucionar hacia formas más conscientes de convivencia y respeto, contribuyendo así a una sociedad más armónica y sostenible.
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Por: Luis Miguel Úsuga Samudio
Exsecretario de Cultura de Medellín