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A gusto con una nueva idea del cuerpo

La Sustancia

La siguiente es, probablemente, una opinión impopular: no me gustó La Sustancia, aunque entiendo la importancia del mensaje. Me tomé mi tiempo para escribir al respecto. Hay películas que me inspiran muchísimo y el mensaje se me clava sin mayor resistencia; con la historia dirigida por Coralie Fargeat y protagonizada por Demi Moore, sin embargo, me pasó que sentí un rechazo inmediato. La violencia tan explícita me es difícil de leer, pero en este caso ha pasado un umbral que ya no me resulta tan grotesco como absurdo. La metáfora ha excedido tanto la realidad que me resulta extravagante… Hostigosa. ¿Pero hay que verla? Por supuesto que sí. Tiene un mensaje importante sobre el que hay que volver siempre, porque la belleza es esa categoría de la estética que es usada como mecanismo de control. La realidad hay que nombrarla, aunque incomode.

En principio, me gusta reconocer que hay en cartelera temas muy poderosos que están siendo contados por mujeres, como es el caso de La Sustancia y su terror corporal, o la perspectiva del placer que expone Halina Reijn en Baby Girl con Nicole Kidman. Y es que, si vamos a hablar del cuerpo de la mujer, ¡pues que me lo cuente una mujer! Creo que ha habido suficiente narrativa masculina sobre nuestra sangre, nuestra carne y nuestra piel. Se siente bien quitarse el cinturón, lavarse la cara y tirar el sostén, pero sobre todo se ve precioso el mundo diverso. Encontrar voces femeninas en el cine, en el arte y en otras disciplinas, nos permitirá ver la vida de otra manera, incluso a las mismas mujeres. Reconocernos en el relato de otras creo que nos hace fortalecer nuestras propias verdades y nos permite defender con mayor seguridad nuestras fantasías y ficciones.

Crecimos en una sociedad que rinde un culto muy extraño a la idea de juventud, y que especialmente toma la figura femenina como un objeto sobre el cual se puede intervenir según convenga. No importa tanto la salud de la otra, sino que se vea delgada; no es tan relevante la psique femenina y la relación de la mujer con su cuerpo, como la sonrisa iluminada a fuerza de blanqueamientos dentales. Y entonces nos encontramos con unos fenómenos muy extraños, como la mujer infantilizada, o estereotipos de un extremo absurdo como el “heroin chic” que se hizo tan popular en los noventa alabando mujeres extremadamente delgadas, de piel pálida y al borde de la desnutrición. Yo crecí en una ciudad en la que a principios de siglo se podía ver una valla en la que se promocionaba una marca que decía llamarse “Anorexy Jeans”. Por fortuna no duró mucho tiempo, pero todavía existen marcas locales de un anacrónico tenaz que pretenden encajar mujeres voluptuosas en cuerpos de niñas de 13 años.

Creo que esta película vale la pena porque es una provocación que al final invita a pasar por encima de esa idea del cuerpo ideal femenino. Y aquí vuelvo sobre algo que mencioné antes: encontrarnos en los relatos de otras (aunque esos relatos no nos gusten), suma poderosamente y nos recuerda que no “estamos locas”, más bien cansadas. Es evidente que no conseguiremos que la cultura adquiera mayor consciencia frente al cuerpo femenino con solo decirle al otro que cambie, pero basta con cambiar la actitud con respecto al propio cuerpo y dejar que esas proyecciones ajenas nos resbalen, para generar un efecto dominó que permita derrumbar imaginarios tan aburridos como el de la mujer que se fabrica solo en la fachada. Con lo encantador que es ir sumando experiencia y abriendo capas para pensar distinto, hagámosle una fiesta a la edad y reivindiquemos el “señora” … Qué dicha ser una mujer con años que no anda desesperada por parecer de 20.

Ahora, permiso paso un poco por las sensaciones que esta película genera en mí. La idea es clara, aunque como dije, es tan intensa que pasa un límite en el que el mensaje se expresa de manera repetitiva y exagerada (como una cantaleta). Esto ya es una apreciación muy personal, lo sé, pero me dejó una sensación de “¿sí será para tanto? A ver si nos calmamos un poco”. Sobre todo, la última parte me pareció más un pretexto para integrar técnicas de CG (gráficos de computador), y la excusa para incorporar una criatura creada en 3D, sin la cual, la narrativa no perdería su esencia. No le temo a lo grotesco, me parece un recurso fabuloso para desencajar ideas arraigadas, pero esto es diferente; este personaje se te instala al frente y ya le pierdes el miedo, ya lo ves como lo que es: un muñeco de computador, más que una metáfora poderosa. Pero ya que lo escribo, me pregunto si no es esa la intención, ¿y qué tal si el objetivo realmente sea exponer lo absurdo de todo este asunto? Aunque así fuera, sigue sin gustarme, porque este es otro tema que da para otra historia.

Pero como en el cine y en las artes el valor no reposa en el gusto personal, revisemos entonces otras categorías más allá de la narrativa, el reconocimiento o la demanda del mercado. Veamos, por ejemplo, el contexto cultural, el impacto social y las conversaciones alrededor de la historia… ¡Punto para Fargeat! La Sustancia tiene la capacidad de transmitir un malestar generalizado. No sé qué tanto se pueda generar un cambio, pero sí que suscita reflexiones y transforma perspectivas. Y bien, el crédito para el equipo en pleno no es menor, en gran medida la forma responde a la función, en ocasiones la metáfora y la realidad son tan cercanas que casi parece real: la figura del hombre burdo que exige a la mujer lo que él mismo es incapaz de darse, no puede estar mejor representada… Lo visual y lo auditivo, en ocasiones, se sienten en la piel.

Al final mi opinión no es tan relevante como la historia misma. Quiero decir, que me guste o no, no hace ni más ni menos lo que ya se construyó desde la cinematografía, pero que me guste o no sí es una puerta que abro para conversar con otros sobre que pasó en ellos al ver la película, y ahí la magia. Tras un fin de semana de nuevos vínculos, hombres y mujeres poderosísimas, y pasos dados con tantísimo amor, me dejo el camino abierto para hablar del cuerpo masculino, de la belleza del hombre. Estas últimas horas he sido testigo de la belleza que irradia un hombre honesto, aunque eso le haga vulnerable. También hemos llevado al hombre a unos extremos innecesarios, a exhibir una fortaleza poco natural y a esconder el miedo y la tristeza. El cuerpo masculino también necesita soltarse el cinturón, reconocer verdades y rechazar ficciones heroicas en las que injustamente se ha visto encasillado. El cuerpo masculino, al igual que el femenino, merece conquistar la edad caminando más ligero y disfrutando de forma genuina.

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Autora: Diana María Pérez

Artista y comunicadora con experiencia en el área social, el arte y la docencia. Apasionada por el cine, la narrativa, la expresión creativa.
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IG: @dmariape