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Los del Sí en el plebiscito también respondemos por la derrota

 

Los del Sí en el plebiscito también respondemos por la derrota

El poder del símbolo

La noche del domingo 2 de Octubre de 2016 se convirtió en una de las experiencias más devastadoras de la historia individual y colectiva de millones de personas en este país, pues se desmoronó ante nuestros ojos una certeza construida a golpes de titulares, encuestas y narrativas compartidas: el triunfo del SÍ en el Plebiscito convocado para refrendar los acuerdos del fin del conflicto con las Farc.

 

Era una certeza que cabalgaba así mismo sobre los hombros de quienes habían liderado y aceptado y decidido  votar por el NO, pues las evidencias demuestran que desde el día anterior a las elecciones asumieron la derrota como un hecho inexorable.

 

Y entonces ahí estaban las cifras. El triunfo del NO era inobjetable.

 

Muchos quedamos en estado de shock. Primero nos ensimismamos en el silencio; no podíamos entender nada ni explicarnos nada, y luego pasamos a la indignación. Una ira creciente contra quienes no habían votado; contra quienes se decidieron por el NO; contra quienes recurriendo a todo tipo de trapisondas (como luego lo confesaría con desfachatez Juan  Carlos Vélez Uribe) habían manipulado a los electores en su beneficio.

 

También fuimos atravesados por un sentimiento de vergüenza por el tipo de país en el que habitábamos, el tipo de electores que teníamos, la ignorancia de quienes celebraban.

 

Aunque ciertamente hemos vivido un vértigo de acontecimientos que van desde movilizaciones ciudadanas de grandes proporciones que claman por la paz en las calles de las principales capitales, pasando por un Premio Nobel de Paz que está lleno de significados hasta una suma de análisis que, desde todos los frentes, tratan de encontrar una salida desesperada; lo que subyace en estas reflexiones es el intento de encontrar, de igual manera, una explicación que nos permita entender por qué se dio esta debacle.

 

“La distorsión retrospectiva”

Marcha por la paz en MEdellín

Marcha por la paz en Medellín

Nassim Nicholas Taleb es un juicioso profesor de la Universidad de Massachusetts en Amherst que nació en El Líbano en 1960 y que ha dedicado buena parte de su vida adulta al análisis del impacto de lo altamente improbable.

 

Taleb tiene claro que, contrario a lo que todo el mundo piensa, los sucesos de “baja probabilidad y alto impacto” son los constantes, mientras que aquellos sujetos a la ley de la causa-efecto son los excepcionales.

 

El hecho de que todo el mundo piense que las cosas son al revés, obedece a lo que él llama “la distorsión retrospectiva”, pues al hacer el análisis del antes y el después, categorizamos los hechos, hacemos “reduccionismo” con los mismos y los insertamos y adecuamos a nuestra perspectiva, de donde “el problema no está en la naturaleza de los sucesos sino en la forma en que los percibimos”. (Taleb Nassim N. El Cisne Negro. Editorial Paidós. 2011. Pág. 53)

 

Esa conclusión me permite recoger una de las afirmaciones más inquietantes de Albert Einstein, aquella en la que pone en duda la fortaleza de los hechos objetivos. Dice en efecto: “los hechos son los hechos, pero la realidad son las percepciones”. Coincide también el físico teórico con los postulados de la psicología cognitiva: el mundo ES como cada quien lo mira.

 

En consecuencia con este planteamiento y con las afirmaciones de Taleb, ocurre que al hacer el análisis de lo que pasó en el Plebiscito, cada uno logra “encajar” lo sucedido en el marco de su propia perspectiva. Mientras para el señor Alejandro Ordoñez el triunfo del NO se explica por la movilización mayoritaria de quienes rechazan la “ideología de género”, para Héctor Abad la gente contestó mentiras a los encuestadores. “les daba vergüenza votar por el no, pero votaron”. Otros sostienen que todo se explica por la ignorancia e incultura del pueblo colombiano y hay quienes dicen que el Huracán Matthew le arrebató al SÍ por lo menos 700.000 votos.

 

Se repite una patología conocida: mientras los ganadores se regodean explicando que el triunfo obedece a su buen actuar, los perdedores tenemos la tendencia a entregarle la responsabilidad a otros.

 

Ciertamente, cada quien tiene su pedazo de verdad y la suma de todas ellas, incluso las más insólitas, contribuyeron a configurar esas condiciones excepcionales que condujeron a que ocurriera lo improbable. Pero debo decir que esa “tormenta perfecta” tenía además un terreno abonado.

 

Pienso que las sociedades contemporáneas, en consecuencia con las reflexiones que se ha hecho el sociólogo Inmanuel Wallerstein, se mueven en medio de “una atmósfera general de miedo, de conformidad ultranacionalista, inseguridad y desesperanza, que convierte el simple hecho de pensar en cambiar el mundo en una inútil fantasía” (el subrayado es mío) . Somos víctimas de  “una implacable campaña contra la imaginación humana. O para ser más preciso: contra la imaginación, el deseo, la creatividad individual y todas las cosas que se supone fueron liberadas en la última gran revolución mundial. Estamos hablando del asesinato de sueños, de la imposición de un aparato de  desesperanza, para aplastar cualquier ocurrencia sobre un futuro alternativo…”.(El Malpensante Edición 155 Agosto de 2014)

 

Ese “aparato de desesperanza”, construido por el modelo neoliberal, pareciera crear el territorio propicio para una conspiración como la que vivió este país en procura de que triunfara el NO.

 

El miedo es también una vieja práctica fascista.

No es necesario extenderse en la detallada relación de argumentos que, para diferentes segmentos, difundió el Centro Democrático. Todos argumentos mentirosos y argumentos para exacerbar el miedo.

 

La derecha pareciera apalancarse en la soberbia de quienes defendíamos el SI y en nuestro desprecio por el atraso de su discurso.

Pero, a no dudarlo, tenemos mucho de responsabilidad en esta tragedia.

 

Sí queremos la paz

Sí queremos la paz

Es un lugar común que nos causa risa el exabrupto argumental de los defensores del atraso. Se nos antoja divertido escuchar a un Ordoñez hablando de la “homosexualización” de la sociedad pactada en el acuerdo de la Habana y apreciamos que es tan insólita esa aseveración que nadie va a creerla, porque se requeriría ser un imbécil para aceptarla.

No rebatimos con contundencia ninguna de las mentiras difundidas, porque su dimensión era tal, que todo el mundo iba a entenderlas como mentiras y, lo más grave, no le dimos la adecuada importancia al marco conceptual construido por ellos en el sentido de que toda esta negociación nos estaba despeñando por los abismos del “castrochavismo”.

 

Nadie, con dos centímetros de frente – nos decíamos entre nosotros –  va a creer que en la Habana se está discutiendo el modelo económico, y que el FMI, el BID, el BM, los gobiernos que atestiguan, la OEA, la ONU, la USA, van a aprobar y legitimar ese absurdo. Y entonces, como respuesta, nos reíamos y sacábamos chistes ofensivos en las redes sociales.

 

Nuestra supuesta “inteligencia” impidió entender que las percepciones y sistemas de creencias que anidaban entre las víctimas del miedo, no obedecía a su ignorancia sino a un a falta de comprensión que podía ser abordable sin prepotencia. Comunicarse es hacerse entender.

 

Claro que tenemos responsabilidad. No leímos el país, dejamos solos a los del NO con su alharaca. Ellos construyeron un relato, lo enriquecieron de narrativas y nosotros se los entregamos convertido en un símbolo…

 

El viernes anterior al día de la firma del acuerdo en Cartagena, todas las empresas encuestadoras con algunas diferencias en las cifras, daban como ganador el SÍ de manera incontrovertible, en una proporción de 6 a 4. ¿Qué pasó entonces en los últimos días?

 

Castrochavismo

El país entero está sentado frente a los televisores viendo la transmisión en directo de este hecho histórico. En el escenario, una puerta gigantesca. Se trata de graficar como el país abre las puertas a su futuro, entra en una nueva era.

 

Las puertas se abren. Hay problemas de sonido. Quienes se encuentran en la plaza, los invitados especiales, aplauden a quienes ingresan en compañía del Presidente. Salvo él, Humberto de la Calle y algunos de los dirigentes guerrilleros, la gran mayoría es una suma de ilustres desconocidos.

 

Pero hay dos en particular que el país conoce de sobra por la exposición mediática que protagonizan día a día. Los reflectores de la información están sobre ellos siete días a la semana en los últimos cuatro años. En unos casos por temas asociados a este proceso en particular, pero fundamentalmente por lo que se vive en sus países: Restablecimiento de las relaciones con los Estados Unidos uno de ellos, agitación social permanente y lucha contra la oposición en el otro.

 

Raúl Castro y Nicolás Maduro, de blanco inmaculado, los más conocidos dentro de los asistentes, los más emblemáticos, ingresaron por la puerta del futuro al lado del Presidente y de los insurgentes y entonces… ¡el miedo se hizo carne!, los ojos de los atemorizados vieron que era cierto el discurso largamente difundido, que el castrochavismo había llegado, y salieron despavoridos a votar,  antes que nosotros….

 

El profesor de la Sorbona de París, Daniel Innerarity, pareciera haber escrito el colofón de esta historia en la página 22 de su texto “El Futuro y sus enemigos” (Editorial Paidós 2009):

 

“Esta dificultad de relacionarse con el propio futuro es una de las causas que explica el triunfo de la insignificancia en las actuales democracias mediáticas…”

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