Mientras analistas, gobierno y líderes nos nutren con sus análisis y decisiones en esta compleja semana post-plebiscito, me preocupan algunos asuntos percibidos en la jornada democrática:
- La abstención del 62.57%[1]. Un problema serio para la democracia. En ella se cuentan personas escépticas, indiferentes, ignorantes y excluidas. ¿Qué hacer entonces?
- Las falacias en el debate político se pusieron a la orden del día. Parece una nueva manera de “argumentar”, que se aprovecha y se nutre de la ignorancia ciudadana. ¿Cuál puede ser el antídoto eficaz?
- Falta de liderazgos políticos con grandeza y generosidad, capaces de deponer sus intereses personales en aras de intereses colectivos trascendentales para el conjunto social, como son los que están en primer plano en este momento de la vida nacional.
- La ciudadanía, más allá del pueblo, se empodera mediante procesos en torno a intereses comunes, en oposición a la fragmentación de grupos en los que predomina la sumatoria de intereses personales.
- Pienso que este es un momento clave para el crecimiento y fortalecimiento de la sociedad civil. Mientras aparecen los liderazgos altruistas, esta puede empoderarse con propuestas y estrategias colectivas poderosas, que rodeen la negociación y el acuerdo. ¿Será que le apostamos?
Por otro lado, para quienes residimos en Antioquia, el reto es gigantesco. Las cifras muestran que esta es una región clave para el desarrollo equitativo y la democracia política, en términos del palo en la rueda que viene jugando para obstaculizar la modernización de las costumbres políticas, salvo momentos excepcionales que se quedan ahí. En excepciones incapaces de quebrar las costumbres políticas feudaloides, clientelistas, corruptas que justifican toda clase de medios cuando del fin perseguido se trata.
