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Ciudades sin control

Todos los ciudadanos lo sufrimos pero no sabemos qué hacer ni a quién reclamar. Y es que los constructores de este país van proponiendo proyectos gigantes, centros comerciales, clínicas, hoteles, centros de atención de urgencias, colegios, grandes urbanizaciones, sin considerar en lo más mínimo los impactos ambientales, urbanísticos y sociales que ellos ocasionan. Los impactos económicos sí son muy claros y rentables para sus promotores.

 

Pero ¿por qué sucede esto?. ¿Por qué los Planes de Ordenamiento Territorial (POT) no son claros y no dan las herramientas necesarias? ¿Las normas son muy laxas? ¿Los curadores son muy flexibles o no las cumplen? ¿Las oficinas de planeación no tienen la capacidad o no se dan por aludidas? ¿Todo se puede resolver con dinero, pagando compensaciones o también con corrupción? No sabemos las respuestas pero vemos que las cosas parecen empeorar cada día.

 

No es nada difícil ubicar la mayoría de los grandes problemas de caos de nuestras ciudades precisamente en esos nuevos y grandes proyectos, hechos con la lógica de los constructores pero sin pensar de conjunto en la ciudad,  porque no sólo se ubican en los lugares más inadecuados para la movilidad, -aunque muy buenos para los negocios-, sino que se les hacen exigencias mínimas de vías, espacios externos para bajar peatones, a veces con mínimos parqueaderos, sin contar los estragos que han hecho con el medio ambiente. Lo que antes fueron las grandes avenidas hoy son los grandes trancones gracias a esos proyectos. Lo que fueron los grandes pulmones de la ciudad hoy son moles de cemento.

 

Miremos lo que está pasando en la vía hacia el aeropuerto en las Palmas con las grandes urbanizaciones que autorizó Envigado, o lo que le pasó a Sabaneta que transformó en pocos años ese hermoso pueblo en una pequeña ciudad caótica, o la urbanización Sierra Grande en el Retiro, en pleno bosque, que debería tener restricciones y construyeron edificios de varios pisos violando las más elementales normas de la protección ambiental en una zona estratégica para el agua de la represa La Fe. De esta ya viene la segunda etapa y dicen que muy pronto habrá una vía que atravesará el hermoso bosque de esa zona, vital para el agua de esta región.  ¿Quién les dio esos permisos? ¿Cómo se los dieron?

 

Recordemos casos emblemáticos como el Centro Comercial Santa Fe que destruyó el hermoso bosque de la Aguacatala y acabó con la movilidad en la avenida del Poblado, o el Centro Comercial la Florida que volvió caos total la vía a la Pilarica y al occidente de la ciudad, o lo que está pasando hoy en el Tesoro  que ya no hay manera de organizar el tráfico de la superior ni siquiera con el nuevo puente, o  en la carretera de Santa Elena que se llenó de urbanizaciones de interés social sin ampliar las vías, sin parqueaderos, sin aceras, sin espacio público.  Para no hablar de lo que pasó en el Poblado y la Loma de los Bernal donde se construyó hasta el último espacio destruyendo todo el valor ambiental, además sin vías ni espacios públicos para tanta población.

 

Para poner un ejemplo reciente y doloroso en Medellín tenemos el nuevo centro comercial que se construirá en la 70 con la 80 en Belén. Un cruce crítico, donde hay trancón permanente y donde es urgente un intercambio vial porque el tráfico no va a dar más, pero seguramente ya no se va a poder construir. Allí se ubicaba un hermoso bosque en lo que era el Club del Seguro Social, lleno de árboles gigantes, enorme pulmón en esta ciudad enferma de polución. Pero precisamente ahí, al frente de Pricesmart, que igual llegó a cambiar toda la dinámica de ese corredor turístico y ambiental y a congestionar la zona, ahí van a hacer otro súper centro comercial con celdas para más de 1700 carros. ¿A quién le importó la inconveniencia obvia de esa obra en ese lugar? ¿El futuro caos vehicular? ¿Las protestas de los ambientalistas? ¿Será que a Planeación y Tránsito no les consultan este tipo de autorizaciones? ¿Cuánto se pagó por la compensación de un bosque cuyo valor ambiental es irrecuperable? No sabemos la respuesta a estas y muchas más preguntas pero estas ciudades no resisten más. ¿Habrá quien le ponga mano a este asunto? Realmente, ¿a quien le importan las ciudades en Colombia?

 

¿Se va a seguir permitiendo que los constructores utilicen las ciudades y sus laderas a su antojo, sin mayores exigencias, sin cesiones importantes para nuevas vías, sin parqueaderos, sin espacios generosos para las bicicletas, sin zonas verdes ni nada que ayude a mejorar la calidad de vida de la gente, sin escuchar a los habitantes que reclaman y tienen razones sobradas para hacerlo? Se puede crecer pero no tiene que ser de esta manera.

 

¿Podrán ser sostenibles ciudades como éstas, dominadas por el interés privado a pesar de sus tan mentados POT que han sido incapaces de orientar el crecimiento?  ¿Cuál sentido de responsabilidad con el futuro? ¿Cuál urbanismo y planeación?  ¿A donde vamos a parar en pocos años si el más mínimo espacio o lote disponible se construye al máximo? Es hora de reaccionar. Ojalá los gobernantes de este país escuchen a los ciudadanos y se asesoren bien en los temas ambientales antes de tomar decisiones que cambian para siempre la vida de miles de personas y sobre todo hacen imposible construir ciudades sostenibles.

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