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Acuerdo con las Farc o seguir anclados al pasado

En agosto de 2012 comenzó el proceso formal de negociaciones entre el gobierno de Colombia y la guerrilla de las Farc con el objetivo de poner fin al conflicto armado entre las partes. Conflicto que inició en 1964, se intensificó a comienzos de los ochenta, y escaló dramáticamente en la década de los noventa. Es el único conflicto armado interno del hemisferio occidental. Una guerra que nos mantiene atados al siglo pasado.  Con el fin de la Guerra Fría se firmaron en América Latina, acuerdos de paz en Nicaragua (1989), El Salvador (1991) y Guatemala (1996).

También en Colombia se firmaron –en los noventa y en la primera década de este siglo- acuerdos de paz con organizaciones como el EPL, el M-19, el PRT, la Corriente de Renovación Socialista, el Movimiento Quintín Lame, el Movimiento Independiente Revolucionario y las Autodefensas Unidas de Colombia. Los acuerdos en Centroamérica fueron comprehensivos, es decir, involucraron a todos los actores armados, porque allá las guerras eran de una sola díada (dos partes). En el caso de la compleja guerra colombiana, con varias díadas, los acuerdos de paz han sido parciales (no han involucrado a todos los actores armados). El acuerdo que se firme finalmente con los Farc, a pesar de toda su importancia, será también un acuerdo parcial mientras no se logre involucrar también al ELN en una negociación y se proceda a la desmovilización de esa agrupación.

Aparte de la experiencia que tiene el país en la firma de acuerdos de paz y la puesta en marcha de procesos de desmovilización, es decir su experiencia para hacer la paz, también hay que tener en cuenta la riqueza y variedad de iniciativas locales de construcción de paz en medio de la guerra. Es claro que la construcción de paz no va a a empezar con la desmovilización de las Farc, porque la construcción de paz se ha desplegado para defender modos y medios de vida de las comunidades aún en medio del fuego cruzado. En consecuencia, un acuerdo con las Farc no es condición suficiente para lograr la paz en el país porque es un acuerdo parcial y porque la construcción de paz va mucho más allá de hacer la paz con un grupo armado. Pero lo que hay que reconocer es que ese acuerdo con las Farc sí es condición necesaria para la paz. Lo es, no sólo porque el Plan Colombia y la política de “seguridad democrática” no lograron derrotar a la guerrilla (repliegue del adversario no es lo mismo que victoria), sino porque la experiencia internacional muestra que los triunfos militares son cada vez más escasos y los acuerdos de paz tienden a ser la forma más común de terminación de las guerras internas.

Además, los acuerdos de paz de nuestra historia reciente han sido exitosos aunque hayan sido parciales en el sentido arriba señalado. Un acuerdo de paz exitoso es aquel que no es repudiado por las partes después de haber sido firmado y además, no da lugar a una reanudación de la violencia entre esas mismas partes. Si esos acuerdos anteriores fueron exitosos y sin embargo, no fueron el resultado de negociaciones tan cuidadosamente diseñadas como la actual con las Farc, ¿Por qué razón habrían de fracasar los acuerdos que resulten de La Habana? De los acuerdos en Cuba no va a surgir automáticamente la paz de Colombia. Sin embargo, sin su aprobación, la paz de Colombia no será una realidad. Una joven brillante me dijo en estos días en la universidad que el plebiscito es el evento político de su generación. No podemos ser irresponsables: una oportunidad perdida no se recupera jamás. Si rechazamos el acuerdo seguiremos anclados en el siglo XX.

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