Search
Close this search box.

Servir a dos amos

Nelson Enrique Restrepo Ramírez

Cuando Iván Duque Márquez se despertó en la Casa de Nariño después de un sueño intranquilo se vio a sí mismo partido en dos, y aunque en principio reaccionó con sorpresa rápidamente comprendió que la partición le convenía y decidió usarla como estrategia. Una parte suya se reconoció dispuesta a hacer trizas el Acuerdo de Paz con las FARC-EP en Colombia, mientras la otra estaba dispuesta a defenderla ante la comunidad internacional; una parte suya estaba dispuesta a hacer lo mismo a nivel internacional con la defensa del patrimonio natural de los colombianos, la protección de los líderes sociales ambientalistas contenida en el acuerdo de Escazú, mientras la otra se dedicaba a impedir su adopción en el Congreso de la República.

 

Por momentos se sintió extraño al reconocer que en su identidad estuviera contenida la polarización, pero rápidamente entendió que su investidura presidencial le permitía representar a todos los intereses, los locales e internacionales, que importa que estuvieran yuxtapuestos y por eso prefirió acudir a expertos en marketing político y no un profesional en psicología. De estos episodios resultó el slogan como “producir conservando, conservar produciendo”, que hasta ahora funcionaba bien en la publicidad; pero también surgió la percepción de que el Presidente no tiene personalidad propia, íntegra, sino que le sirve a varios amos.

 

Esta sensación de estar partido ha sido compleja de llevar para el Presidente en los días de movilización y paro; por momentos ha querido ser nuevamente senador para pedir la renuncia del “presidente” e invitar a la desobediencia civil, pero sus consejeros espirituales rápidamente lo hacen volver en sí y lo empacan en su investidura. El sueño intranquilo del cual despertó partido ocurrió en medio de La Minga: de repente se sintió como Gregorio Samsa en su habitación, incapaz de mostrar su nuevo caparazón para salir a la puerta de la Casa de Nariño; se sintió confundido como nunca: mientras en la Plaza de Bolívar se reclamaba por el incumplimiento de los compromisos de su programa de gobierno, con lo cual sentía una conexión emocional casi auténtica y patriótica, en su cabeza retumbaban las palabras de los financiadores de la campaña en una llamada telefónica la noche anterior, reforzada en otra llamada de su “eterno presidente Uribe”, que le ordenó no atender a los indígenas y le produjo el insomnio; le llegaban las voces de las multinacionales del oro que por un lado le han manifestado su interés en ayudar con el hueco fiscal del gobierno nacional por sus gastos en la pandemia, y a la vez le han expresado intención de demandar al país ante las cortes internacionales si Colombia incumple contratos en Santurbán o Jericó, de cambiar sus planes de inversión en Colombia si el Congreso acoge el Acuerdo de Escazú. Como fue uno de los días de mayor confusión para él, los asesores le recomendaron no hacer nada, y eso hizo: nada.

 

Visto a la ligera podría atribuirse este comportamiento bipolar a la inexperiencia del presidente en el manejo de grandes asuntos; pero no es eso, sino falta de control de sí y de su proyecto de gobierno, ausencia de criterio propio, de carácter construido. Debe recordarse que antes de ser senador su principal experiencia fue ser representante de Colombia ante BID, y que quizá por eso tiene más claro como debe comportarse su parte internacional; y que en todo caso Iván Duque Márquez gobierna a obediencia en temas de paz y explotación de recursos naturales no renovables, a obediencia no del mandato popular que lo hizo presidente, sino de quien lo postuló al cargo; que es muy vulnerable a las presiones de los caciques políticos que controlan distritos electorales que le eligieron, a personas como Vargas Lleras cuando habla a nombre de las grandes empresas para que no aprueben el acuerdo de Escazú. Esto explica por qué el presidente no asume las responsabilidades estatales en materia de paz o medio ambiente y por qué resigna posturas ante quien lo manda.

 

No puede pedírsele a uno de los presidentes más impopulares que pase a la historia por grandes obras, decisiones o posturas en materia de paz y patrimonio natural, es inútil e ingenuo. Si cambia él, su gobierno y su partido en temas de paz, ha de ser por las presiones de Biden y no por lo que se demande a nivel local; si cambia en materia ambiental, no será por los resultados de la participación ciudadana, la protesta y la movilización social de las gentes y gobiernos locales, por lo dicho en Escazú, sino por recomendación de las mismas empresas. Si en lo que le falta de gobierno cambia de posturas y políticas el presidente dividido, querrá hacernos creer que es obra suya lo indicado; pero será tarde para él porque no ya no será confiable para nadie, poquitos colombianos estarán interesados en rearmar su imagen multipartes, si acaso las empresas recicladoras de los hijos de un expresidente.

 

 

 

 

 

 

 

 

Buscador

Visita nuestras videocolumnas

Síguenos en nuestras redes sociales