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¿Para dónde vamos?

Vivimos un tiempo de polarización total en muchas regiones del planeta. Tal vez como pocas veces en la historia de la humanidad, y ahora sí en la aldea global, el mundo vive una confrontación continua, que en muchos casos llega a ser violenta e incluso armada por diferencias frente a algunos de los temas que nos interesan a todos. Dos visiones del mundo que, aunque pueden convivir tranquilamente por largos periodos, hoy se encuentran enfrentadas al máximo. Lo que podríamos llamar de manera general una visión progresista, incluyente, solidaria y una visión retrógrada, patriarcal, desconocedora de los problemas de las mujeres,  atada al pasado  y a la defensa de los privilegios de unos cuantos. Algunos ejemplos:

La discusión sobre el cuidado del medio ambiente que se ha dividido entre quienes estamos hablando de la vida en el planeta y la supervivencia, incluso a un plazo relativamente corto y quienes prefieren sus ganancias de hoy sin importarles ni sus hijos y menos el resto de la humanidad y las generaciones futuras.

Los llamados de ciertos líderes a devolver a sus pueblos el “orgullo”, a recuperar su liderazgo y la capacidad de dominar el resto del planeta como lo hizo Hitler y que hoy  repiten personajes siniestros como Donald Trump. Lo que le pasó a Gran Bretaña con el Brexit que muchos votaron añorando un pasado de gloria que ya no podrá volver.

La religión nuevamente, como en épocas que creíamos superadas,  ha vuelto al centro del escenario. Los nuevos cruzados de distintas facciones llámense fanáticos del islam, del cristianismo, protestantes o de cualquier otra, han vuelto a tomar un protagonismo inesperado y peligroso en el mundo. Un mundo que tuvo ya tantas guerras religiosas y que vuelve a repetir la historia. Historia que se ha caracterizado por perseguir a los que piensan diferente, a las minorías, a los que no encajan en sus prototipos.

La lucha violenta por la propiedad de la tierra sin posibilidad de mejorar su distribución como sucede en Colombia, uno de los pocos países que nunca hizo una mínima reforma agraria y donde millones han sido desplazados, condenados a vivir en cinturones de miseria en las ciudades y siguen esperando una oportunidad para vivir con dignidad. Y la industria armamentista detrás de todo promoviendo más guerras con cualquier pretexto.

En fin una larga lista de profundas diferencias que no dudo en llamar ideológicas, tienen a los humanos más polarizados que nunca a una escala global y altamente peligrosa pero también en la escala local, al interior de las familias, de los amigos, de todas las instituciones. El fin de las ideologías no ha llegado, por el contrario se ha exacerbado con la ayuda de los medios de comunicación que, por supuesto, aprovechan para elevar sus rating promoviendo el escándalo y la polarización que les ayuda a ampliar sus audiencias y elevan la imagen de líderes que saben manipular a las masas, aunque sea con engaños y mentiras. Sumado a esto el poder de las redes que pueden llegar a ser muy destructivas.

Por eso es muy difícil hoy hablar de consensos, incluso de mayorías pues las mayorías son muy precarias. Veamos lo que acaba de pasar en España con Rajoy. Estamos partidos, aquí y en el mundo entero.  Por todas esas razones no creo que pueda haber un acuerdo de paz con un gran consenso en Colombia. Porque hay dos maneras de mirar el mundo enfrentadas y que  muy difícilmente se pueden acercar.  Los que queremos la paz ya,  que incluye el perdón, la reconciliación, la verdad,  el respeto y la reparación a las víctimas.  Acompañado lo anterior de reformas económicas  y políticas básicas, con redistribución y lucha contra la pobreza, aunque esto incluya nuevos tributos para cambiar un poco el país premoderno y feudal que aún tenemos en muchos aspectos. Y los que se oponen cerradamente al acuerdo al cual se le podrán mejorar algunas cosas pero no lo sustancial.

Las ideas progresistas nunca han tenido unanimidad ni la van a tener. Las proclamas de la revolución francesa no le gustaban a todos los franceses y menos al resto de países del mundo pero hoy son la base de la sociedad y de la democracia en el mundo moderno. “Libertad, Igualdad y Fraternidad”, mínimos principios del humanismo están en juego nuevamente.

La paz como derecho humano fundamental y como obligación de los gobernantes es un imperativo ético en los tiempos modernos. Ya no es válida la violencia para lograr ningún propósito. Aunque haya quienes prefieran la guerra para mantener los privilegios de unos cuantos la paz debe imponerse por encima de cualquier consideración. A Colombia le llegó la hora de entrar al siglo XXI aún en contra vía de una parte que no quiere o no le conviene y de muchos más que parecen indiferentes. El gobierno que elegimos para lograr la paz,  con la ciudadanía que la reclama, con la comunidad internacional, con todos los aliados posibles, debe lograr la firma de este acuerdo de paz y de manera urgente.

Las mayorías no siempre tienen la razón. Ellas pueden ser fácilmente manipuladas y engañadas como acaba de suceder en Colombia, donde la legitimidad de los que ganaron el NO queda seriamente cuestionada por sus argucias. En Gran Bretaña ganó el Brexit y sólo después se dieron cuenta de que eso no será bueno para sus ciudadanos ni para Europa. En Alemania millones apoyaron a Hitler a pesar de su peligroso discurso de odio y racismo. ¿Y que le pasó al mundo entero?  Puede que en  USA gane Trump. ¿Y eso será bueno para la humanidad y para nuestro planeta? Hay que buscar salidas sin violencia que nos hagan avanzar hacia un país mejor que respete ante todo la vida y el derecho a vivirla dignamente. No podemos retroceder. Es la hora definitiva de elegir para dónde vamos.

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