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Oriente Antioqueño: los conflictos por el agua serán cada vez más complejos

Nelson Enrique Restrepo Ramírez

 

El Oriente Antioqueño ha sido una de las regiones del departamento más ricas en agua, los afluentes del río Nare (Negro, Samaná norte, Nus) además de los ríos Claro, Samaná sur, Arma, constituyen una de las principales riquezas hídricas de Antioquia: son los responsables de generar alrededor del 33% de la hidroenergía que consume Colombia; irrigan con sus aguas las labores agrícolas que abatecen el 60% del alimento de clima frío que consume el Valle de Aburrá; aportan considerables caudales de agua limpia al río Magdalena después de recibir las aguas negras de Bogotá. El patrimonio hídrico del oriente siempre ha sido presionado por agentes externos al territorio, y todo indica que esta presión crecerá, y al hacerlo crecerán los conflictos socioambientales.

 

Por razones de oficio en la Corporación Conciudadania he debido estudiar los Planes de Ordenamiento y Manejo de Cuencas -POMCAS- de los ríos: Negro, Nare, Samaná Norte, Cocorná y afluentes diretos del Magdalena en el oriente antioqueño. En este proceso me he encontrado con muchos aspectos que son inquietantes, de los cuales quiero compartir con ustedes tres que, de manera especial, me llaman la atención:

 

1. En el Río Samaná Norte, del total de agua entregada en concesión por la Corporación Autónoma Regional -CAR-, el 99.8% es para generación de energía hidroeléctrica y sólo el 0.19% para los demás usos, incluyendo el consumo humano. Es decir que casi toda el agua concesionada es para la generación de hidroenergía. Esta cuenca recorre trayectos o porciones del territorio de nueve (9) municipios y la totalidad del territorio de Cocorná y San Luís se encuentran en ella; el consumo humano incluye a las zonas urbanas de San Francisco y Cocorná.

 

2. Lo contrario sucede en la cuenca del Río Negro desde su nacimiento hasta la cola del Embalse Peñol – Guatapé, el cual surte de agua a ocho (8) centros urbanos del Altiplano del oriente y a una parte del sur del Valle de Aburrá. Aquí el mayor uso concesionado es para el consumo humano, pues de los 11.365 litros por segundo concesionados, un total de 8.610 son para este uso, el humano. A esta cifra aportan mucho los 3.105 litros por segundo de la concesión de aguas para el Embalse de La Fe que, estrictamente hablando, es una bocatoma con almacenamiento que tiene EPM, para abastecer la población del sur del Valle de Aburrá. Incluso, esta bocatoma es aún más grande, porque a ella se suman aguas trasbasadas del Río Buey (que forma los límites de Abejorral y La Unión y hace parte de la cuenca del río Arma), también concesionada para el consumo humano. Es decir, la mayoría del agua concesionada en el Río Negro es para el consumo humano, y el 36% de los litros concesinados llegan al Valle de Aburrá.

 

3. En el Río Cocorná y directos al Magdalena, el principal usuario del agua es la empresa piscícola El Rosario, que está ubicada en la proximidad de la reserva Río Claro y hace vertimiento aguas arriba del sitio turístico. Esta empresa piscícola es quien tiene el mayor volumen de agua concesionado: 8.760 litros por segundo y le sigue la generación de energía que tiene 1.078 litros por segundo. Como quien dice, los peces del Rosario necesitan casi la misma agua que los destinados en la cuenca del Río Negro para el consumo humano y que surten gran parte de las necesidades de agua de una amplia población en el Sur del Valle de Aburrá.

 

Todas estas cuencas tienen algo en común: abastecen las demandas de energía, agua y alimentación de la población urbana, especialmente de aquella asentada en la región central de Antioquia. Según los POMCAS esta demanda seguirá creciendo y con ella crecerán los conflictos socioambientales que actualmente generan estas actividades extractivas del agua. El fenómeno tiende a convertise más conflictivo, en el mediano plazo, cuando los municipios acentados en la zona del altiplano del Oriente Antioqueño, empiecen a requerir las aguas que nacen en el Páramo de Sonsón y sea necesario trasbasarlas, aumentando con ello drásticamente la demanda de energía eléctrica para reemplazar los combustibles fósibles que ahogan al Valle de Aburrá, escenario en el cual construirán las microcentrales de generación de energía que están previstas.

 

Todos estos fenómenos que hoy se presentan y los que en el corto y mediano plazo tienden a manifestarse, nos plantean que los conflictos por el agua serán cada vez más complejos. Por ellos es fundamental, que tanto administraciones municipales, entidades regionales, comunidades e incluso empresas del estado y privadas, trabajemos desde ahora mismo por la construcción de acuerdos en materia de agua, su uso y su protección, así como en aspectos como las compensaciones, en lugar de atizar conflictos y exclusiones, como ha ocurrido recientemente.

 

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