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Me informan o me pierden

Nelson Enrique Restrepo Ramírez

Un impulso, comprensible por mi formación de sociólogo, me empuja a enterarme de las noticias diarias, pero estoy en una paradoja: me siento irresponsable si no estoy al día y a la vez estoy atiborrado, ahíto, harto del espectáculo informativo. Cada vez uso menos medios para estar informado: hace más de dos años saqué el televisor de la casa; antes de la pandemia, en la oficina, leía dos periódicos impresos uno nacional y otro local. Hoy me basta la radio para informarme del país y la región, consulto en los medios las noticias de mi interés, escojo unas cuantas de las que me envían mis amigos en las redes sociales que compartimos.

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No puedo despegarme, es un deber y un derecho estar informado, así que necesito aprender a diferenciar las noticias. Para mi es claro que los comunicados de prensa de las entidades públicas, los publirreportajes con funcionarios públicos a bordo, son la propaganda del establecimiento. Todos los canales públicos están hechos para hacer quedar bien al gobernante, informan con sesgo publicitario a favor de lo relevante del gobierno y esconden con cálculo los malos resultados. La noticia de la oficialidad no me interesa. La expulsada del televisor de la casa tuvo que ver con eso: perdí todo el interés por las noticias de las horas del almuerzo al medio día y las de la cena, al principio de la noche. Llegaron a irritarme tanto como un chicharrón mal frito y fue necesario sacarlo del comedor.

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La sección de fútbol, que no deportes porque se habla es de fútbol, el espectáculo y la moda al cierre de los noticieros, son publicidad de las empresas dueñas del medio de comunicación, dueña de los equipos y marcas de productos de belleza. La publicidad de los productos en venta, la considero engañosa, en su mayoría, abusiva, falta de consideración con nuestros pobres, estrategias de manipulación para consumidores. A toda la publicidad le huyo, estoy ya entrenado para evadirla en la televisión, aunque caigo con algunas marcas accesibles para mi.

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Me quedan los reportes de los hechos delictivos, la voz de la Policía, la Fiscalía, la Contraloría, la Defensoría, la primera parte del noticiero. Es el pedazo de las noticias que más me interesa para no sentirme insensible, pero me estoy cansando de la repetición de hechos sobre personas asesinadas, masacradas, violadas, desplazadas, extorsionadas, una tras otra día tras día; a veces siento que ya no puedo con este reporte mortuorio deshumanizado. Reconozco que los medios ya dan mayor valoración a las víctimas de los hechos, pero siguen atrapados en el espectáculo del asesinato. Es grotesco que pinten los titulares de masacres con música acompañada de la voz de un narrador, me molesta el montaje efectista en torno a la miseria y el dolor, a la larga me entumece y con el paso de los días no me ayuda a recordar.

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Sigo sin entender la fijación en los delincuentes, casi todos fugitivos, los planes inútiles para dar con su captura, su hoja de vida delincuencial, los procesos abiertos en su contra, los millones de dólares gastados en su nombre. Los han hecho importantes e intocables hasta convertirlos en personajes que inspiran a generaciones, tienen tanta visibilidad y posicionamiento en los tiempos de la atención como mercancía que me abruma. Los delincuentes tienen toda la visibilidad que personas como yo queremos para los líderes y lideresas sociales, dueños de empresas sostenibles locales, expresiones de reconciliación y construcción de bienes públicos.

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Ante la evidencia del delincuente protagonista, nos toca en nuestros medios propios posicionar la dignidad y la esperanza. No podemos contar con los grandes medios porque son inaccesibles para las personas correctas, están copados de matones y ladrones protagonistas, hay que ser víctima de un delincuente para salir en las noticias; si acaso sale por otro asunto, es como beneficiario de un subsidio (publicidad oficial), como beneficiario de un programa de una de las empresas dueñas del medio de comunicación (publicidad). Esta forma de comunicar nuestra tragedia me deshumaniza, me hace odiar al país, desconfiar de las instituciones, disminuye mi sensibilidad ante la vileza, me hace sentir como rutinaria la barbarie, subvalorar como significativo mis comportamientos de simple ciudadano.

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En la opinión y la sección política predominan las entrevistas a las funcionarios públicos del gobierno de turno (publicidad oficial) y a los gremios empresariales (los dueños del medio). Le abren espacios a la “oposición” para darle voz a los políticos y empresarios que no tienen puesto y que requieren mantener visibles. Por momentos siento que abren espacios a la izquierda para desprestigiarla consientes de usar lo que plantea para estigmatizarla, citando en otras noticias sus frases más reformistas.

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Heme aquí pegado a las noticias pero sin querer prestarles atención. Todos los medios que no me informan me han perdido porque renuncié a ser espectador de boletines y publicidad. Hoy en día sigo escuchando la radio y haciendo uso de mi libertad de cambiar de emisora, leo El Espectador, veo noticias Uno, DW noticias, me gustan los expulsados de los grandes medios: Los Danieles, Vorágine, las noticias científicas de la BBC, y escribir esta columna para Confluencia donde purgo mis culpas dando mi opinión.

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