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LOS HECHOS SON TOZUDOS

Los resultados del plebiscito, a más de sorpresivos, dejan una sensación de frustración en quienes apoyamos el SÍ, situación derivada  de la derrota sufrida, que en nuestra cultura es sinónimo de fracaso, incapacidad o carencia de argumentos; pero a la luz de los hechos políticos, encontrar algunas razones, permite surfear un poco en esa nuestra realidad, cuadro tragicómico de la historia colombiana.

 

Es un hecho incontrastable, la base política de los resultados, es de significados pírricos, entendiendo que un 64% de abstención, tiene un efecto específico en estos, solo un 18.3% decidieron ese día por el NO y otro 18.25% por el SÍ. ¿Qué nivel de representatividad tienen ambos sectores? Pero así se diseñó este plebiscito. Colombia no está dividida o polarizada 50-50, una minoría de 36% estamos divididos 18-18.

 

En este mismo orden de ideas, el SÍ, obtuvo una alta votación en las zonas donde el conflicto ha tenido efectos inmediatos y nocivos, quien ha vivido la guerra directamente, no desea que esta perviva o se prolongue, lo que no significa que quienes votaron por el NO deseen la guerra, pero sí dejan claro que mientras no los afecte a ellos, ni les va ni les viene. Ese es el tipo de ciudadanos que hemos formado, indolentes e insolidarios con quienes son víctimas inmediatas.

 

Los más de 6 millones que votaron por el NO, no son una masa compacta, con unidad de pensamiento y acción, son ciudadanos de distinto origen y creencias, que asumen diferentes intereses para participar en este plebiscito, no todos son guerreristas, paracas, o prófugos de la justicia, muchos de ellos han sido víctimas de este conflicto, pero también ciudadanos honorables con deberes y derechos  plenos. El  NO  convoco un amplio y variado sector de ciudadanos, que ven en las propuestas de su líder Álvaro Uribe, una opción de autoridad y legitimidad, avalada por sus 8 años de gobierno.

 

Dentro de este amplio sector, hay un núcleo importante, que se siente bien representado por las propuesta de Uribe y el Centro Democrático,  por su talante, carisma y  origen paisa, con más peso en la zona cafetera de Colombia; de igual forma hay sectores que se sienten interpretados en su liderazgo, y son aquellos que han amasado sus fortunas a través de rentas ilegales, (contrabando, ladrones de tierras, narcos, lavadores de activos, minería ilegal, corrupción), mutando con estas,  de acuerdo a la evolución económica del país y a las dinámicas de las violencias desde 1948, así como sectores de las FF.MM que han hecho de la guerra una fuente de corrupción y conductas ilegales.

 

Este núcleo, a más de acumular riqueza, cuenta con una base social, cimentada por el empleo que generan sus inversiones o empresas, encontrándose incrustados en todos los renglones de la economía, con fuertes vínculos en la institucionalidad, este núcleo necesita espacio, en las diversas esferas de la vida nacional, solo se los puede garantizar el liderazgo de  Uribe, como lo dejo en claro con su oposición a los Acuerdos firmados, en el tema de justicia especial y reforma rural. Si bien este sector no es la mayoría dentro del NO, mantiene una amplia influencia, que se deriva de la financiación de las campañas políticas que ha emprendido Uribe y sus múltiples candidatos en el territorio nacional,  de los viejos vínculos familiares con la ilegalidad, que por supuesto, no son solo afectivos, hoy Uribe es una especie de enzima digestiva, que sin dividir los componentes de su proyecto político, busca legalizarlos e integrarlos a través de este.

 

Esta integración la concibe Uribe como resultado de la derrota política y militar de la ilegalidad de izquierda, para que la ilegalidad de derecha tenga todas las garantías de mantener su estatus quo desligándolos de su responsabilidad en el desarrollo del conflicto armado.  Aun así, hacen parte de nuestra realidad y son factor de poder en esta democracia.

 

Los resultados del 2 de octubre, colocan la situación política, en un escenario diferente al que existía antes, el veredicto de las urnas, nos lleva a un hecho  concreto, escuchar a los del NO,  construir un consenso, a partir de lo firmado, modificar lo indispensable, buscando concesiones de las partes, de forma tal que ello dé lugar a un verdadero pacto político nacional por la Paz. El contenido de dicho pacto no reflejara ni el 100% de quienes votaron por el NO, ni el 100% de quienes votaron por el SÍ, de nuevo se trata de lograr el mejor acuerdo posible, entendiendo que el centro de este, son las víctimas del conflicto y no de uno u otro actor, con todo lo que ello implica en Verdad, Justicia, Reparación y Garantías de no repetición.

 

Esta perspectiva avizora nuevos hechos, la negociación política con el ELN, da lugar a buscar una Paz más integral y cerrar de manera real el ciclo de violencia política que por 52 años ha sido una constante en nuestro devenir, hecho este que debería concitar a quienes votaron NO al acuerdo con las Farc, dejaran claro cuál es su posición frente a ello, ya que por su conducta, de nuevo articularán sus críticas a sus pretensiones de retomar la presidencia.

 

En el mismo orden se puede ubicar las propuestas de sectores de las Bacrin, que vienen proponiendo su intención de someterse a la justicia, que sería otra manera de evitar más muertos y víctimas de esta violencia endémica que tanto daño ha hecho a nuestra democracia, hoy es posible, tener un escenario de acercamiento con diversos actores reales de poder, por qué no intentarlo.

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