Search
Close this search box.

Lo que somos como sociedad, en Medellín

En agosto de 1990 ocurrieron 3 hechos trascendentales para la historia de Medellín: Uno, se editó el libro No nacimos pa ́ semilla, de Alonso Salazar. Dos, se vio en nuestros cines una película que se había estrenado en ese mayo en el festival de Cannes Rodrigo D No futuro, de Víctor Gaviria. Libro y película nos generaron una intensa y profunda conversación sobre lo que éramos como sociedad, en años en los que las peores violencias nos convirtieron en la ciudad con más alto índice de homicidios en todo el mundo: llegamos, en 1991, a tener una tasa de 382 muertes violentas por cada 100 mil habitantes.

.

Y el tercer hecho fue trascendente y, en mi concepto, a ese hecho se debe también, en buena parte, la transformación de Medellín: el 17 de agosto de 1990, con el decreto 1875 de la Presidencia de Colombia, se creó la Consejería Presidencial para Medellín y el Área Metropolitana. La Consejería se convirtió en el aglutinador de esfuerzos públicos, privados, universitarios, eclesiales y comunitarios, y en la generadora de múltiples espacios de conversación, de coordinación, de concertación, de búsqueda conjunta de soluciones al grave problema de las violencias que vivíamos en esos años. Sin lo realizado por la Consejería Presidencial, difícilmente se hubieran dado años más adelante procesos transformadores, como los vividos en Medellín de 2004 en adelante, en lo público, lo comunitario y lo privado.

.

Lo digo de otra manera más precisa: muchos les adjudican a los gobiernos de Sergio Fajardo (2004 – 2007) y Alonso Salazar (2008 – 2011) la gran transformación reciente de Medellín, porque durante esos años se hicieron programas que llevaron a resultados muy importantes y Medellín se empezó a convertir en referencia mundial. Yo hice parte de esos 2 gobiernos y me enorgullezco de lo que hicimos. Y cada vez valoro más lo que fueron esos años para la ciudad. En mis recorridos por otras ciudades de Latinoamérica, la valoración de lo que ha pasado en Medellín en los últimos años es muy alta: y, realmente, al comparar con otras ciudades latinoamericanas (y asiáticas y africanas), el balance es muy bueno para Medellín, en avances reales en la tarea de lograr que lo público (servicios básicos, salud, educación, cultura, recreación, deporte, movilidad, espacio público) sean sinónimos de calidad y de dignidad. Y uno de los hechos que más llama la atención es la continuidad de los principales programas públicos a pesar de los cambios de gobierno y de partido político en el gobierno.

.

En esos muchos lugares, también, sustento que los dos gobiernos de los que hice parte (2004 a 2011) no fueron los iniciadores de la transformación de Medellín, sino que fueron, ambos, consecuencias positivas de lo que se venía haciendo desde principios de los años 90, en un tremendo esfuerzo colectivo. Reconocer esto, además, es muy necesario hoy para ayudar a comprender que los resultados de una ciudad no se dan por obra y gracia de un gobernante (esa necesidad patológica de caudillos que nos define…) o de un grupo pequeño de trabajo (no hay iluminados…), sino que son resultados de muchas personas, de muchas organizaciones, de muchas entidades, de muchas formas de entender y enfrentar los problemas estructurales de una sociedad.

.

Los años 90 fueron los de las alianzas de todos los sectores de la sociedad, independientemente de ideologías y filiación política. Fueron años en los que asumimos el desafío colectivo de construir salidas colectivas para enfrentarnos a nuestros propios fracasos como sociedad y como ciudad. Es decir, nos enfrentamos colectivamente a nuestros fracasos colectivos. Y nos sentamos a conversar, colectivamente, no a pesar de nuestras diferencias sino a partir de nuestras diferencias.

.

Los diálogos Medellín alternativas de futuro, realizados durante 5 años (1991 a 1995), en los que participamos personas de toda la ciudad, de todo tipo de organizaciones e ideologías, y en los que convocamos a personas y entidades claves de otras ciudades y países para aprender de experiencias específicas, se convirtieron en espacios de conocimiento y reconocimiento de los otros, de los muchos otros que somos. Las lógicas privadas conversaron –y se confrontaron- con las lógicas comunitarias. Las lógicas comunitarias conversaron –y se confrontaron- con las lógicas públicas, oficiales. Los barrios de mayor pobreza, de mayor densidad poblacional y más violentados se volvieron focos de atención y de experimentación, y Medellín se convirtió en un laboratorio urbano, social, educativo y cultural.

.

Fueron, esos 90, años de formación de una capacidad social e institucional, pública y privada y comunitaria y universitaria, que nos permitió empezar a encontrar soluciones estructurales a problemas estructurales, que nos permitió empezar a dimensionar el alcance de la intervención integral en barrios, que nos permitió conocernos y reconocernos en nuestros graves problemas de equidad, de exclusión, de pobreza, de falta de oportunidades, de falta de cohesión social, de violencias de todo tipo, de generación de bandas armadas conformadas por niños y jóvenes. Años en los que empezamos a comprender realmente la gravedad de la ausencia del Estado, en todas sus formas, acumulada durante años en territorios construidos ilegalmente, informalmente. Años, esos 90, en los que cientos de estudios se volcaron a intentar comprender esa sociedad que éramos, o mejor: esa sociedad que no éramos, esa amalgama de desplazados por nuestras violencias y por nuestras pobrezas, llegados durante años a nuestras laderas, buscando mejor calidad de vida, pero llenando cada rincón de nuevas angustias, de nuevas carencias, de problemas sin solución.

.

Fueron esos 90 los años en los que asumimos, también, que era posible enfrentarnos a la gravedad de nuestros problemas con una herramienta como base de todas las demás: los diálogos de ciudad, los diálogos reales, los diálogos atravesados por los argumentos y por las emociones, por las realidades crudas y por las esperanzas.

.

Cuando en otros lados me preguntan por lo que hemos hecho en Medellín en los últimos años para haber logrado bajar en un 96.3% nuestra tasa de muerte por homicidio entre 1991 y 2021, un logro que asombra en todo el mundo y que, en especial, se convierte en referencia para ciudades de Latinoamérica donde se viven situaciones muy similares, respondo que para entender lo realizado en Medellín hay que irse hasta ese año 1990 y hay que comprender el impacto de No nacimos pa ́ semilla y de Rodrigo D No futuro, y hay que conocer lo que hizo la Consejería Presidencial para Medellín, especialmente cuando fueron consejeros María Emma Mejía y Jorge Orlando Melo. Y respondo que, más que preguntarnos por lo que hicimos, hay que preguntarse por cómo lo hicimos.

.

Y en esos cómo lo hicimos, menciono, por ejemplo:

  1. Buscamos respuestas diferentes a los problemas de siempre, y cambiamos laspreguntas frente a esos mismos problemas.
  2. Generamos alianzas público – privadas – comunitarias, múltiples alianzas para múltiples procesos, entendiendo la necesidad de conjugar diferentes saberes, diferentes lógicas, diferentes puntos de vista. Nicanor Restrepo, líder durante años del Grupo Empresarial Antioqueño, dijo hace unos 10 años: “la mejor inversión que hemos hecho los empresarios en los últimos años es en los proyectos públicos de educación y cultura, porque han ayudado a convertir a Medellín en una ciudad más competitiva”.
  3. Asumimos la participación social como esencia y no solo como herramienta. Asumimos y buscamos que la participación sea de verdad, no acomodada a los discursos y prácticas oficiales. Es necesario sumarle o incluso contraponerle a la democracia representativa las democracias participativas y deliberativas, y es necesario potenciar también múltiples espacios ciudadanos de control social de lo público, como las Veedurías Ciudadanas.

.

a. Las Veedurías Ciudadanas existen en Colombia desde 1986 y son Ley Nacional desde 1994. Cualquier persona tiene el derecho de conformar o pertenecer a una veeduría. Hoy en Medellín hay tres espacios de veedurías solo para el seguimiento del Plan de Desarrollo Municipal 2020 – 2023: Veeduría Ciudadana del Plan de Desarrollo, Medellín cómo vamos (que hace parte de la Red de Ciudades Cómo Vamos) y Todos x Medellín, una alianza de todo tipo de entidades y personas que se creó en agosto de 2020 ante las nuevas amenazas institucionales que vive la ciudad por cuenta de su alcalde y gabinete.

.

veeduriamedellin.org.co

medellincomovamos.org

redcomovamos.org

todospormedellin.org

.

Yo mismo hago parte de 2 veedurías cívicas en el que es mi barrio desde 2004, El Esmeraldal, en Envigado, municipio vecino a Medellín (nací y viví la mitad de mi vida en San Javier, Comuna 13): la Veeduría de Parques, para vigilar y acompañar la gestión de 3 parques que la comunidad logró (logramos) que se hicieran en el barrio, y la Veeduría de un intercambio vial que cuesta 18 mil millones de pesos (unos 4.6 millones de dólares) y que empezó a construirse en noviembre de 2021.

b. Son claves, muy necesarios, los espacios colectivos de diálogo, de construcción de nuevas ciudades y de nuevas sociedades. Uno de esos espacios hoy en Medellín es la alianza Pa ́dónde vamos, que se enfoca en el futuro de la ciudad región: http://padondevamos.co

  1. Escuchamos, es necesario escuchar mucho, para poder conocer, reconocer, valorar y potenciar lo que ya se hacía en los barrios de Medellín, y que se hacía sin el Estado, a pesar del Estado o, incluso, contra el Estado: ese reconocimiento es fundamental pues nuestras comunidades han buscado por sí mismas las salidas ante esa ausencia reiterada del Estado, y esto es algo que muchas veces no ven los gobernantes de turno por su soberbia o, simplemente, por ese “síndrome de Adán” que parece dominarlos a todos.
  2. Entendimos que el Estado se hace en el barrio, que cada calle debe ser evidencia de la presencia estatal.
  3. Hicimos verdaderas intervenciones integrales en los barrios, como las del PRIMED, Programa integral de mejoramiento de barrios, que fue el iniciador de lo que luego llamamos PUI, Proyectos urbanos integrales, y que desafortunadamente hoy no se hacen. Me gusta decir que los PUI se pueden calificar como unas orgías institucionales, públicas, privadas y comunitarias: los objetivos no son los sectoriales sino los territoriales y poblacionales. De hecho, pienso que hoy deberíamos cambiar mucho los modelos de gestión pública, para pasar de lo sectorial a lo territorial y a lo poblacional, en clave de 3 grandes objetivos: equidad, oportunidades y convivencia. La construcción de la equidad territorial y poblacional debería ser hoy la meta principal de nuestra sociedad.
  4. Partimos de la base de que las obras urbanas deben estar supeditadas al proyecto social: los gobiernos tienen en las obras físicas sus mayores prioridades e inversiones, y realmente lo que debemos hacer es poder lograr profundas transformaciones sociales, educativas y culturales, con contenidos y resultados urbanos. Nuestras ciudades necesitan nuevas agendas sociales, profundizar en sus transformaciones sociales y que sean esas agendas sociales las que determinen qué tipo de obras urbanas se requieren.

    .

    Para cerrar:
    Frente a las crisis estructurales que arrastramos en Medellín y en Colombia, y frente a las crisis coyunturales de hoy en Medellín, que son, además de las consecuencias económicas y sociales de la pandemia, las de la amenaza institucional por razones de un alcalde que gobierna con mentiras y con falta de transparencia (como fue su campaña) y que no entiende la dimensión histórica de lo construido colectivamente, nos viene bien aprender las lecciones de los años 90, las lecciones –positivas y negativas- de estos últimos 30 años.

    .

    Y, entre esas lecciones, una es especialmente importante: la construcción de diálogos entre todos los sectores. Diálogos que nos permitan vernos, escucharnos, entendernos, comprendernos y llegar a acuerdos y asumir los desacuerdos. No se trata de construir la armonía sino de saber enfrentarnos a nuestras diferencias sin violencias, como decía la socióloga María Teresa Uribe.

    .

    Diálogos que nos lleven a saber qué sociedad somos hoy y a pensar, colectivamente, cómo nos enfrentamos a los desafíos no solo coyunturales sino, fundamentalmente, a los que siguen siendo nuestros grandes desafíos estructurales: la inequidad, la pobreza, las violencias cotidianas, el clasismo, la indiferencia, la falta de valoración de la propia vida y la dificultad para convivir con otros.

    .

Buscador

Visita nuestras videocolumnas

Síguenos en nuestras redes sociales