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Liderar el debate mundial sobre la guerra contra las drogas: uno de los llamados que hace la Comisión de la Verdad en su Informe Final

Columnista invitada

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“(…) claro que la paz es posible si se cambia, por ejemplo, la política

contra las drogas, vista como una guerra. Por una política de 

prevención fuerte del consumo en las sociedades desarrolladas. 

Es hora de una nueva Convención Internacional que acepte 

que la guerra contra las drogas ha fracasado rotundamente”.

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Esta frase pronunciada por el Presidente Gustavo Petro en su posesión el pasado 7 de agosto, marca la orientación que mantendrá el nuevo gobierno frente a la política de drogas. Tanto Petro, como la Vicepresidenta Francia Márquez fueron claros en su programa de gobierno y los debates en los que participaron, con esta nueva visión que apunta a cambiar el paradigma prohibicionista que impera a nivel global, por unos nuevos lineamientos enmarcados en la salud pública, la justicia social y los derechos humanos. 

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Aunque no ha pasado una semana desde este suceso histórico en el que se releva el poder por primera vez a un líder de izquierda de nuestro pais, se evidencia claramente una intención genuina por divulgar los hallazgos y acatar las recomendaciones de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No repetición (Comisión de la Verdad). Así lo demuestran iniciativas como las que se pretenden: de difundir y promover conversaciones entorno al legado de la Comisión, en centros educativos, medios de comunicación y diversos escenarios públicos; retomar el dialogo con el Ejército de Liberación Nacional – ELN; o la iniciativa de reestructurar la fuerza pública, sacando la policía del Ministerio de Defensa y creando el Ministerio para la Paz y la Reconciliación para que remplace al Ministerio de Defensa.

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Tal parece que los esfuerzos de estos primeros días se han enfocado en la búsqueda de la llamada “Paz Total” acudiendo a la convocatoria a la ”Paz grade” hecha por la Comisión. Lo anterior, ha suscitado unas nuevas discusiones alrededor del tema del sometimiento, que debido a las posibilidades que habrá de negociar, ahora es denominado “acogimiento” a la justicia, de todos los Grupos Armados Organizados, más allá del ELN, que participan actualmente en hostilidades y amenazan la tranquilidad de las comunidades en los territorios.

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A diferencia del ELN, que nació bajo unas causas políticas y ha tenido periodos en su historia, en los cuales incluso ha buscado alejarse del mercado de las drogas, estos otros grupos criminales, en su mayoría tienen un interés únicamente de lucro, pues se financian a partir de la extorsión, la explotación ilícita de minerales, el narcotráfico de drogas ilegalizadas, entre otros delitos. Probablemente por buscar soluciones rápidas a la escalada de violencia, las masacres y el asesinato a líderes sociales y ambientales, el nuevo gobierno se la está jugando por poner como prioridad un asunto que debe ser manejado con pinzas y sensatez, entre otras cosas porque si no se avanza en las discusiones alrededor de las políticas antidrogas a nivel nacional y global, en un abrir y cerrar de ojos estaremos en un círculo vicioso con nuevas estructuras delincuenciales y residuales que seguirán impidiendo la tan anhelada paz en el país. 

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Tal como lo ha señalado el profesor Santiago Tobón, si no se abre un camino hacia la regulación de las drogas, empezando por el cannabis y la cocaína, el proceso de negociación para alcanzar la paz total será asimétrico, pues estos grupos cuentan no solo con control territorial sino también con el conocimiento del negocio, sus rutas y el manejo de las operaciones de lavado de activos. A diferencia del Gobierno que estará en desventaja en cuanto a la conducción de un negocio por reglamentar y acoger como monopolio que hoy está en otras manos.

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Es decir que, poco serviría conceder beneficios penales a estos grupos a cambio de su desmovilización, si continua el enfoque prohibicionista, que parte de la utopía de vivir en un mundo sin drogas. Pues algunos cabecillas y la mayoría en los rangos medios y bajos, no estarían tan estimulados y prestos a dejar el narcotráfico, pues su demanda a nivel global es altísima y con jugosas ganancias.

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De ahí que la Comisión de la verdad, no solo expone el negocio de las drogas ilícitas, como un factor de persistencia y protagonista en el conflicto armado colombiano, sino que además hace un llamado al liderazgo en el debate mundial sobre la guerra contra las drogas. Una discusión que fundamentalmente debe ser participativa, con incidencia de organizaciones civiles nacionales e internacionales, y con representantes de pueblos étnicos y campesinos, universidades y expertos/as.

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Asimismo, la Comisión hace importantes recomendaciones para que en el marco de este debate, se garanticen espacios de interlocución y concertación lideradas por las autoridades territoriales, frente al diseño, la implementación y el seguimiento de la política de drogas en los territorios, haciendo énfasis en que estos espacios también deben servir para identificar y compartir propuestas que permitan avanzar hacia la regulación. Igualmente, propone crear espacios de reconocimiento y diálogo con las personas y comunidades de manera que puedan compartir sus testimonios y así visibilizar impactos ambientales, sociales, culturales y políticos del narcotráfico y la política prohibicionista, y las diferentes formas para atenderlos y superarlos. Lo cual, luego implicará hacer los ajustes institucionales, normativos y presupuestales para garantizar la implementación de nuevas políticas frente al consumo de sustancias psicoactivas, basadas la reducción de daños y desde un enfoque de derechos humanos, de género y diferencial. 

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En definitiva, es esperanzador y llena de optimismo, ver la sintonía del nuevo Gobierno con las recomendaciones de la Comisión de la Verdad. Será clave que los discursos se logren materializar, que por lo menos se sienten las bases de las transformaciones que nuestro pais requiere. Pero por el afán de mostrar resultados, en este caso en materia de seguridad, no se puede descuidar el desafío que tenemos de desmontar el prohibicionismo y la guerra contra las drogas, una tarea para la cual es urgente perseverar en una discusión de orden internacional, pues solo este diálogo permitirá un cambio de chip, que empieza por reconocer que es ilógico pensar en un mundo sin drogas, por lo cual debemos aprender a convivir con ellas disminuyendo sus males y haciendo un mundo más libre, justo y pacífico. 

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Por: Jorge David Vallejo

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