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La estrategia del Centro Democrático.

El mensaje del Centro Democrático en contra del proceso de paz toma fuerza en medio de un ambiente de polarización y de escepticismo generalizado por cuenta de un mal Gobierno y una estrategia de comunicación política que el uribismo ha seguido de manera disciplinada pero que debe ser analizada con pinzas. Si bien no pretendo ser del todo detallado porque el espacio de la columna no me lo permite, trataré de dilucidar en algunos puntos esto que acabo de decir.

Veamos.

Primero, no hay nada más fácil que decir lo que suena bien así se caiga en el populismo barato mezclando cosas ciertas con mentiras. Es decir, no hay nada más sencillo que hablar mal de las Farc, recordar sus atrocidades, su torpeza política y su cinismo en más de una declaración. Es apenas obvio que una sociedad que en su mayoría ha visto la guerra por televisión, quiera mano dura contra la guerrilla. A todos nos ha dolido la guerra, todos hemos desarrollado empatía por las víctimas, unos con ánimo de vengarlas y otros con ánimo de abrazarlas y darles consuelo y esperanza en medio de las tragedias. Es muy popular hablarle a una sociedad citadina enviando mensajes de cárcel y no elegibilidad política para quienes estuvieron en el monte. La solución a esto sería enfatizar en los desaciertos del proceso de desmovilización de las AUC que lideró Uribe en su momento y desnudar las incoherencias del Centro Democrático frente a lo que dice defender. Hay que explicarle también a la ciudadanía lo que implica la justicia transicional pero sobre todo mostrarles las bondades que traerá sacrificar un poco de justicia por el fin de la guerra y la verdad y reparación para las víctimas.

Segundo, el Gobierno que negocia con las FARC es bastante malo. Para nadie es un secreto que el presidente Santos ha sido errático en casi todo: pésima comunicación con los sectores sociales que le salen a paro –campesinos, camioneros, indígenas, afros, etc.-, política medioambiental basada en la explotación abusiva de los recursos naturales y daño a los ecosistemas, política económica errada en un contexto de contracción económica en la zona y con commodities a la baja sumado a los pocos incentivos a la innovación y la creación de empresa en un país con clase media creciente, crisis en la salud por cuenta de EPSs corruptas, corrupción traducida en mermelada y clientelismo, etc. El principal aliado del Centro Democrático es la mala gestión de Santos y su incapacidad de comunicar asertivamente los acuerdos de La Habana. La solución a esto es profundizar el mensaje de que la mayoría de personas que defendemos el proceso de paz no somos santistas. Reconocemos abiertamente el fracaso de su gobierno en los temas ya mencionados y en muchos más. Acabar la guerra con las FARC y defender el gobierno de Santos no es lo mismo. Prueba de ello es que las últimas protestas sociales han estado lideradas en su mayoría por organizaciones que defienden el proceso de paz pero exigen que el Gobierno cambie muchas de sus políticas.

Tercero, han sabido mezclar muy bien sus mensajes metiendo en ellos de manera discreta pero descarada más de una mentira como que los acuerdos dicen que cada guerrillero va a ganarse 1’800.000 pesos, que habrá impunidad total, que se le está entregando el país a las Farc y que se está pactando la entrada del castrochavismo en el país. Cuando una mentira se repite mil veces, se vuelve verdad para muchos de los que las escuchan.  La solución a esto sería explicarle a la gente lo que se ha acordado hasta el momento. Es la primera vez que todo lo que se acuerda con un grupo ilegal se hace público. Hay una página web de la mesa de negociaciones donde cada punto y coma de lo que se acuerda es publicado y por ninguna parte se hace mención a las mentiras que el Centro Democrático repite. Si bien dijimos que este Gobierno ha sido muy malo, uno de sus pocos aciertos ha sido la forma en la que lleva las negociaciones en La Habana, quizás porque hay una veeduría internacional donde hay países tan capitalistas como Estados Unidos.

El Centro Democrático recoge hoy firmas para oponerse a un proceso de paz que podría acabar uno de los conflictos armados más largos del mundo. La intención es de por sí sola egoísta y atrevida para quienes han tenido que sufrir la guerra. Sin embargo están en todo su derecho de hacer oposición y seguramente en su momento traerán aportes críticos interesantes para tener en cuenta en la implementación de lo acordado. Lo que no saben es que nosotros también haremos campaña y les daremos una pela en las urnas. Le vamos a mostrar a Colombia que la paz sí es un gran negocio y que la esperanza y el amor pueden vencer al odio y a la mezquindad. Ya se logró en otros países con campañas como el NO a la reelección de Pinochet en Chile y las últimas dos derrotas a Fujimori en Perú. ¿Quién se suma a la campaña?, ¿vamos a ser los únicos que se queden en el pasado?

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