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ES LA HORA DE HABLAR

Estoy segura de que en este país todos queremos la paz. Los que van a votar por el NO también la quieren pero no comparten algunos puntos o tienen mucho temor. Sería sano que pudiéramos hablar, escucharnos y deliberar serenamente sobre las diferencias. Hemos llegado al acuerdo tácito de no hablar del tema de la paz cuando pensamos diferente con nuestros amigos, hermanos, familiares o compañeros de trabajo. Es mejor no pelear o molestarse con las personas que más queremos. No leemos ni escuchamos ni aceptamos lo que dice el otro mientras que sí creemos y difundimos todo lo que digan o escriban nuestros afines. Pero hoy este país necesita hablar y escucharse si todos queremos la paz. Sin ofensas, sin caricaturas, sin mentiras, sin tanta pasión y rabia; de manera objetiva debemos ser capaces de conversar para tomar una decisión que será trascendental en nuestras vidas y en las de nuestros hijos, nietos y el país. Eso es lo primero que debemos tratar de hacer sin ofendernos con el otro porque piensa distinto. Solo con argumentos y tranquilidad.

Y para que esa conversación sea productiva y civilizada ya hay publicaciones de todos los estilos sobre el acuerdo de paz. No vamos a hablar ni a votar a ciegas. Para quienes no gustan de la lectura hay videos, conferencias cortas y largas, cartillas pedagógicas sencillas en los periódicos y revistas, resúmenes, en fin todo lo posible para tomar una decisión racional frente al tema más importante en la historia de este país y de nuestras vidas y que ahora está en nuestras manos definir.   Entendamos que aquí el debate no es si nos gusta Santos o Uribe.

Creo que es muy difícil para cualquier persona que conozca mínimamente nuestra historia, considerar que no son válidos y necesarios los puntos del acuerdo  si se quiere una paz duradera,  porque la paz no será solo la entrega de las armas y la derrota de la Farc. Si hubieran sido derrotados en la guerra seguramente no habría acuerdo sino rendición. Fueron golpeados duramente pero no derrotados. Podrían haber seguido haciendo daño muchos años más pero entendieron que ese no era el camino. ¿Que se les ha entregado demasiado? Leamos los acuerdos para saber si eso es verdad.  Los cambios que propone el acuerdo son el mínimo básico para un país con la historia de inequidad y pobreza que tenemos.

Me he preguntado mucho entonces ¿cuál es el miedo a la paz? Y un amigo muy querido me lo clarificó muy bien. Para quienes tienen temor a este proceso de paz hay dos temas cruciales. La impunidad y el peligro del Castro chavismo. Sobre la impunidad me dijo que en realidad es un buen punto para mover los sentimientos contra el proceso pues todos quisiéramos castigo a tantos crímenes. Hay mucho dolor. Es difícil perdonar y olvidar. Él mismo admite que es difícil pensar en más impunidad en este país. Aquí nunca ha habido justicia. Ni los grandes ni los pequeños crímenes se han resuelto en un altísimo porcentaje. Mi familia por ejemplo fue víctima de las Farc, de los Paras y de la delincuencia y perdimos a nuestro padre sin que se investigara absolutamente nada, y sin embargo muchos de nosotros queremos la paz.

Hay más justicia en estos acuerdos que en cualquier otro proceso de paz en el mundo según los expertos, aunque no sea la cárcel el principal castigo. La verdad, la reparación a las víctimas y los castigos alternativos también son justicia. Lo han explicado muy bien juristas de las más altas calidades no sólo del país. Miremos el ejemplo de Mandela en Sudáfrica donde el apartheid fue aún más cruel y terrible que nuestra guerra y la verdad fue lo más importante del proceso. No el castigo ni la venganza.

El mayor miedo es que las Farc puedan llegar a ser alternativa de poder en el país. Que haya aquí un gobierno parecido al de Venezuela o a otros de Suramérica de los años recientes después de las dictaduras. Algunos están pensando incluso en sacar sus riquezas e irse organizando en otras partes del mundo. De ahí la repetida frase del Castro Chavismo.

Sobre este punto lo que podemos pensar es que efectivamente si habrá más espacio político para una izquierda sin armas, que en democracia podría tener algunos logros. Eso no necesariamente es malo. En Europa por ejemplo vemos alternativamente gobiernos de centro, de izquierda, de derecha y las democracias siguen vivas. En Suramérica empieza a suceder lo mismo después de las dictaduras de derecha. Y en Colombia, por ejemplo, los gobiernos de Navarro Wolf en Nariño y en Pasto han sido excelentes y sus sucesores lo han seguido haciendo bastante bien. Ha habido otros más cuestionados como el de Petro pero que no son una amenaza real para la propiedad privada ni para el modelo económico.

Posiblemente posturas más democráticas o de izquierda pudieran pelechar como nunca antes pues fueron eliminadas sistemáticamente por ser siempre sospechosas o tildadas de “aliados de la guerrilla”, “guerrilleros ocultos”, etc. ¿Cuantas mentes brillantes de este país fueron asesinadas por esas fuerzas oscuras? Al menos ahora no tendrán esa disculpa para matarlos y será en el debate político donde ganen o pierdan las ideas. Tenemos que aprender a deliberar civilizadamente.  Personalmente no creo que las FARC tengan muchas simpatías en un país al que han hecho tanto daño y si quieren hacer cambios y acaso llegaran al poder algún día lo harán con las reglas de la democracia que ahora empiezan a aceptar. Los riesgos de tener una democracia más real sin duda serán mejores que la seguridad de la muerte y el desplazamiento de miles de campesinos y soldados humildes que son los que más sufren la guerra.

Para resumir, ¿será preferible que este país siga en guerra con todo lo terrible que ella trae, con todos los crímenes que implica, antes que darle la oportunidad a un nuevo partido de izquierda de que intente ganar por la vía electoral con sus ideas y sin matarnos por ello?

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