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Concierto de Karol G, un hito histórico para las mujeres

 

El reggaetón nació alrededor de la década de los años 90 y, desde entonces, ha sido señalado tanto por la opinión pública como por la academia, de ser un género musical con letras de contenido violento, hipermasculinas y machistas. Después de 30 años de andar sonando en los oídos juveniles, esta queja sigue estando presente, y no sin razón, pues el reggaetón, como buen hijo de la sociedad que lo produce, sigue saliendo pintado de patriarcado.

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Esta columna no busca nutrir la discusión que se atrinchera contra el reggaetón pretende, por el contrario, evidenciar que dentro del género se están dando cambios que son importantes advertir, comentar y, por qué no, celebrar colectivamente. Esta vez el acontecimiento que merece nuestra atención es el que tendrá lugar los días 4 y 5 de diciembre en Medellín: el Bichota Tour de Karol G. Más allá de ser un evento de entretenimiento promovido por poderosos sectores económicos, este concierto representa un hito sobre los avances de las mujeres en la esfera pública, particularmente en el escenario de la producción musical.

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Como primer punto podemos señalar que la carrera musical de Karol G, en el género, simboliza la superación de barreras dentro del reggaetón que, como en nuestra sociedad, parecían insuperables. La mayoría de intérpretes de este género musical han sido, y siguen siendo aún hoy, los hombres. Esto no significa que las mujeres hayan sido completamente ausentes, pues desde los inicios conocemos a Ivy Queen y sus populares canciones, esta artista abrió el camino a otras como Karol G, quien hoy puede hacer reggaetón sin tantos obstáculos como los padecidos por su antecesora.

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Para dimensionar la importancia de Karol G en el género, podemos explorar algunos sucesos en la historia de los conciertos de Reggaetón en “La capital mundial del Perreo”, como es reconocida Medellín. En el 2003 se llevó a cabo el primer concierto masivo del género en la ciudad en el cual participaron Daddy Yankee, Wisin, Yandel, Héctor, Tito, Tego Calderón y como única mujer Ivy Queen, quienes llenaron el Atanasio Girardot. Luego fueron muchos los eventos y, en el año 2009, J Balvin fue el primer reggaetonero en vender la boletería del estadio ofreciendo un concierto en solitario. Esta vez, en el 2021 y tras 18 años, el estadio se vuelve a llenar para escuchar a una reggaetonera, ya no acompañada de un escuadrón de hombres sino como artista principal y, además, con la proeza de haber vendido dos veces la boletería completa del estadio, lo cual representa la asistencia de 90.000 personas.

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Este hecho puede parecer insignificante si se apela a que la venta de boletería para los conciertos está atrozmente atravesada por estrategias de mercadeo y que las líricas de Karol G usan referentes patriarcales como la mayoría de los intérpretes masculinos del género, lo cual significaría que se vale de los mismos medios de los hombres para adquirir popularidad. Si bien esta afirmación puede ser aceptada de forma apresurada, es cuestionable si se revisan, con más detenimiento, algunas de las letras de la artista y la resonancia que tienen con el público que la escucha. Karol G tiene como temas centrales en sus canciones la sexualidad y el amor, asuntos que enuncia de una forma particularmente explícita que escandaliza a más de un oyente. Sus líricas, y las de otras intérpretes del género, han transformado la manera de enunciar a las mujeres en el reggaetón, ya no nombrándose desde el lugar tradicional de objeto de goce masculino sino desde el lugar de sujetos deseantes y activos en búsqueda de su placer.

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El escozor que produce en tantas personas estas letras es más viejo que el reggaetón mismo, pues el rechazo a la música que contiene una enunciación de la sexualidad, el cuerpo y la afectividad, es antiguo en Latinoamérica. El historiador Carpentier encontró un documento del año 1776 en el cual el Tribunal Inquisitorio de México prohibía unos ritmos caribeños por “instigar danzas pecaminosas con abrazos, tocamientos y ombligadas (…) causando daño particularmente entre las doncellas”.

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En Colombia, no solo la música ha sido señalada de dañar la conducta de las mujeres, a Débora Arango, artista plástica de Envigado, se le cuestionó en 1930 por la inmoralidad de su obra al retratar cuerpos desnudos. Este rechazo sobre las mujeres que abordan el cuerpo y la sexualidad es claramente antiguo, no obstante, la acogida que tiene el reggaetón interpretado por mujeres es un claro ejemplo de las transformaciones que se vienen dando, gracias al crecimiento del feminismo y del movimiento de la liberación sexual, discursos que coexisten con las antiguas posturas, en ocasiones convergiendo y en otras chocando.

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Otro punto importante de analizar es el logro de Karol G de alcanzar popularidad mundial usando en sus líricas formas vulgares del lenguaje de los medellinenses. Cuando las califico de vulgares hago referencia a que usa palabras que, en el común de la juventud popular, son frecuentemente utilizadas. Esto parece un asunto trivial, ya que el reggaetón siempre ha tenido ese uso del lenguaje, pese a ello a las mujeres, tanto en el sector de la música como en cualquier otro ámbito, se les ha exigido limpiar su expresión a fin de no arriesgar su valoración moral. Las reggaetoneras, por el contrario, se enuncian de forma orgánica, animal, haciendo alusión a su placer con metáforas de gatas, perras o bichotas, y siguen utilizando no solo el español como idioma privilegiado de sus líricas, – a Shakira le implicó cantar en inglés para aumentar su recepción mundial- sino que también acogen en sus canciones expresiones de la juventud que representan.

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Lo anterior no es otra cosa que, como lo dice René de Calle 13: “una colonización de Latinoamérica sobre el mundo”, que también están haciendo las mujeres de este lado del continente, al abrir caminos para otras reggaetoneras y artistas que construyen su obra desde lugares diversos de enunciación. De allí que el concierto de Karol G en Medellín sea un motivo de celebración, que se puede gozar perreando, por un camino histórico que hoy muestra importantes avances.

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Por: Luisa Fernanda Espinal Ramírez. Psicóloga, Magíster en psicología social, estudiante del doctorado en humanidades de EAFIT.

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