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Caudillismo y sectarismo

Caudillismo y sectarismo: los dos grandes retos de las organizaciones políticas y movimientos sociales

Mientras los partidos y movimientos políticos más influyentes del país se han configurado mediante formas de organización caudillistas; los movimientos sociales y expresiones políticas alternativas sufrimos, por igual, del sectarismo y radicalismo que no ha permitido, a pesar de ser las mayorías del país, que nos constituyamos en una fuerza política y social con verdaderas posibilidades de incidencia en Medellín, la ciudad o el país.

El caudillismo

“No hay tiranía sin servilismo voluntario”.

Étienne de La Boétie (hacia 1548).

El caudillismo, de izquierda, centro o derecha, es una manifestación en si misma contraria a la democracia, pues entrega toda la responsabilidad de la toma de decisiones de un movimiento o partido político bajo el mando absoluto de una sola persona considerada “superior”. Por sus prácticas y formas de tomar decisiones, los procesos caudillistas, se parecen más a una monarquía que a una forma democrática de gobierno, y es evidente que no podremos construir una sociedad democrática si las mismas estructuras políticas que se disputan el poder del estado no son democráticas.

Los caudillismos, además de ser la antesala de gobiernos y políticas donde la democracia es un accesorio, no garantizan, que se logren procesos de cambio sostenibles en el mediano y largo plazo por más pertinentes que estos puedan ser. Las mujeres y los hombres somos efímeros y los profundos cambios de transformación que necesita nuestra ciudad, nuestra región y nuestro país, requieren de una vigencia superior a la de un periodo de gobierno, a las fuerzas y a la vida misma de un solo hombre o mujer. Y es ahí donde los objetivos de cambio requieren estar instalados en las bases mismas de las estructuras políticas y en un amplio conjunto de personas, convencidas de la necesidad de lograrlos y de continuar en ese propósito sin importar tanto quien, temporalmente,  les represente desde el estado y desde sus instituciones, pues lo fundamental, más que el cargo obtenido, será la organización política que lo ha permitido y que permitirá la continuidad de esta representación en el futuro.

En el mismo sentido que lo plantea Étienne de La Boétie sobre la existencia de las tiranías, podríamos afirmarlo con respecto a los caudillismos: “No hay caudillismo sin servilismo voluntario”, y sin quienes, sabiendo que no corresponden sus prácticas con un proyecto democrático, se benefician de la obediencia y protección al caudillo.

El sectarismo

Aunque en Colombia la inmensa mayoría de los ciudadanos hemos sufrido, de manera histórica, los mismos vejámenes, injusticias y desconocimiento de derechos, ha sido imposible hasta hoy que sus diferentes expresiones de protesta, organización y reivindicación se junten de manera articulada a consolidar una fuerza suficientemente amplia, como podría serlo, para cambiar de fondo estas circunstancias comunes.

Los sindicalistas no acompañan las marchas y reivindicaciones del movimiento LGTB porque temen que los confundan con homosexuales; las mujeres no marchan con los sindicalistas porque son machistas, el movimiento estudiantil marcha solo porque los consideramos guerrilleros y “tira piedras”; los campesinos y sectores populares marchan igualmente solos porque, al parecer, sus reivindicaciones son solo de ellos, como lo son las de los indígenas y de la población afro. Sin embargo todos conservamos unas mismas características: somos pobres, excluidos, víctimas de la violencia y, por igual, con unos mismos derechos básicos desconocidos por el estado.

A pesar de ser la mayoría del país, no logramos movilizaciones que logren incidir en el estado hacia el reconocimiento de derechos y mucho menos logramos una representación política dentro de los organismos públicos, que sea, por lo menos, proporcional a la población que está en crisis dentro del país.

¿Porqué es así? ¿Por qué no logramos sumarnos para cambiarlo todo de una vez? La respuesta está en nuestro sectarismo, en que nuestro radicalismo no permite entender que la posibilidad de cambio está en nuestra capacidad para centrar nuestras fuerzas en las apuestas que compartimos colectivamente en vez de centrarnos en lo que de diferente tenemos. No tenemos que compartir todo, estar de acuerdo en todo, pero sí podemos estar de acuerdo en lo básico, en lo fundamental, en un primer aspecto, y solidariamente acompañarnos a alcanzarlo juntos.

Espero aún el día en que podamos marchar todos y todas juntos, en una sola fecha, sin importar cuál sea, para respaldar solidariamente todas nuestras reivindicaciones como una sola. Tal vez, después de una primera marcha y de la fuerza que allí quedará evidente, busquemos también nuevos y democráticos espacios para la organización y representación política.

Por ahora y mientras logramos caminar juntos, debemos señalar, enfática y permanentemente, que son el caudillismo y el sectarismo los dos grandes retos a superar, para lograr un proceso de organización política y de incidencia social lo suficientemente coherente, fuerte y de largo plazo para hacer las transformaciones que desde los diferentes movimientos sociales nos hemos propuesto en nuestro país.

 

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