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AURITA, INOLVIDABLE

Se nos fue Aurita López pero se quedó para siempre en el corazón de todos los que la conocimos y también de los que la escucharon en la radio y en sus lecturas a niños, adultos y jóvenes. La conocí desde siempre por mi papá que era cliente asiduo de la librería Aguirre, pero la conocí a fondo en el Jardín Botánico, nos hicimos amigas rápidamente. Su alegría, su palabra, su sabiduría y su comprensión amplia de la sociedad nos acercaron inmediatamente. Compartíamos muchas ideas y también reíamos con esa carcajada enorme y contagiosa que ella tenía; conocer su vida y su alma fue un gran privilegio para mí.

 

Fui con ella a presentar su libro: “Crónica de un despojo” en el pueblo que ella amaba tanto, El Peñol y en aquel viaje pudimos hablar a fondo de su larga e increíble historia, cuando ella por casualidad llegó de paseo con Alberto Aguirre y se quedó para siempre. Cuando vieron lo que estaba por suceder se volvieron ciudadanos de El Peñol. Durante muchos años,  ella con Alberto, el Cura, algunos abogados y mucha gente de ese hermoso pueblo dieron una tremenda batalla para frenar el despojo y para lograr que hoy existiera el nuevo Peñol que conocemos. Para las EPM de entonces, solo se trataba de pagar unos dineros y sacar a unas familias que se podían ir para donde quisieran destrozando toda su historia y su cultura. Pero el pueblo, con sus nuevos amigos, Aurita y Alberto, se negó a esa solución y logró su derecho a una nueva vida,  juntos en su nuevo Peñol. Fue una pelea titánica que cambió la historia de cómo se hacen los grandes proyectos, respetando a la gente y no pasando por encima de ella.

 

El amor de la gente de allí por Aurita era evidente, tenía cantidad de ahijados y todo el mundo quería abrazarla aquel día. Y ella amaba al Peñol y su gente. Pero no era solo eso, era su amor por la justicia, era su indignación ante la crueldad de los poderosos, era su fuerza y su determinación la que pude admirar en los años que compartimos. Amaba y disfrutaba estar con los niños y leerles cuando iban a almorzar al Jardín todos los martes y muchas veces en la biblioteca.  Era su amor por los trabajadores a quienes enseñó a leer, y ese gusto por los libros que siempre disfrutó y enseñó a tantos.  La hora más linda de la semana en el Jardín era precisamente cuando en la reunión de los miércoles, con todos los trabajadores, ella nos leía poemas. Los de Neruda, Alberti, Hernández, Rubén Darío y muchos otros que cada semana escogía cuidadosamente y que todos disfrutábamos. Teníamos en el Jardín la más hermosa voz que hemos escuchado, la mejor lectora, La Voz.

 

En ese pequeño cuerpo, aparentemente frágil, tenía una energía desbordada para defender sus convicciones en cualquier espacio, para apreciar, entender y ser crítica ante la vida. Una fuerza espiritual enorme. Desde muy joven fue rebelde y a los 16 años ya trabajaba. Nunca pudo soportar el machismo, la discriminación, la pobreza, la violencia, la mentira de quienes han manejado este país. Y cuando se fue perdiendo en la bruma del olvido seguía siendo la misma, aunque con un dolor profundo que nunca pudo superar: la partida de Alberto su gran amigo y compañero de todas sus batallas. Su bella voz y su conciencia clara siempre estarán entre nosotros. Inolvidable pequeña y fuerte, dulce Aurita ¡Hasta siempre!

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