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ALCALDÍA DE MEDELLÍN: MÁS QUE UNA REVOCATORIA, REINVENTAR EL PROYECTO POLÍTICO DE CIUDAD

Habiendo en su momento votado a la Alcaldía por Daniel Quintero, hoy, después de los apoyos antes no mostrados por Vargas Lleras, César Gaviria y Luis Pérez, nos damos cuenta que Quintero ha sido un virus troyano lanzado desde Cambio Radical y el Partido Liberal, con apoyo de sectores conservadores uribistas como la Casa Suárez, para cooptar sectores democráticos y de izquierda, en una ciudad donde ya efectivamente el uribismo y los partidos tradicionales habían perdido el control político de la ciudad desde 2004.

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Daniel Quintero debe su triunfo, en gran parte, al desgaste del gobierno de Federico Gutiérrez, a su cuestionable nombramiento de Jorge Londoño como Gerente de EPM y a su manejo de la crisis de Hidroituango, así como al debilitamiento de la participación ciudadana y la falta de diálogo con las organizaciones sociales. Un gobierno que buscó llenar su vacío de legitimidad con una clásica estrategia de gobernabilidad basada en intercambiar puestos burocráticos con los movimientos y partidos políticos representados en el Concejo Municipal, a cambio del apoyo a sus proyectos y el silenciamiento de cualquier crítica; estrategia de gobernabilidad similar a la asumida por Daniel Quintero, en la que la ciudadanía y el rigor técnico brillan por su ausencia y son reemplazados por el cálculo político-electoral de corto plazo.

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En el proceso electoral de 2019, ante el no despegue de las candidaturas de izquierda y el centro político (representado en Compromiso Ciudadano), en un contexto de aumento significativo del apoyo a la candidatura del Alfredo Ramos (Centro Democrático – Partido Conservador), la mayor parte del electorado de izquierda y centro decide votar por Quintero ante la amenaza de la llegada del “uribismo puro” al gobierno de la ciudad. Mas que por Quintero, la mayoría votó fue en contra de lo que representaba Alfredo Ramos.

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Sin embargo, en sus dos años de administración no se ha visto ningún intento real por empoderar política y territorialmente a los sectores y organizaciones populares ante los grupos armados ilegales y el propio Estado, ni menos aún ha mostrado acciones concretas por democratizar y hacer más transparente la gestión de las EPM; sumado a ello una gran ineficacia administrativa en la gestión cotidiana de la ciudad (salud, basuras, mantenimiento de zonas verdes, programas de atención infantil, etc.), derivada en gran parte de la lógica clientelista–politiquera usada para integrar la nómina técnico burocrática de la administración municipal.

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Teniendo en cuenta la actuación pública de Quintero, que en la práctica pone como único interlocutor válido a los sectores uribistas, y su cooptación–silienciamiento de las izquierdas en la ciudad ante un sinnúmero de problemáticas en la gestión de lo público-comunitario (mostrando como única bandera de cambio el reemplazo de un sector de élite-empresarial por otro sector de élite empresarial en EPM), el efecto neto al día de hoy es el mayor debilitamiento de los movimientos sociales democráticos y organizaciones populares de la ciudad, fortaleciendo a las derecha uribista como único contradictor valido para la alcaldía.

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Teniendo en cuenta la composición política de las directivas que integran las juntas, secretarías y entes descentralizados del Municipio de Medellín y el Área Metropolitana (en su mayor parte de los partidos Liberal, Conservador y sectores uribistas), así como el interlocutor validado por la alcaldía, el “uribismo”, la ciudad se encuentra, en la práctica, en una disputa entre la derecha liberal clientelista (encabezada por Daniel Quintero) y la derecha conservadora, también clientelista (representada en el uribismo), con una gran ausencia de movilizaciones y planteamientos serios desde la izquierda, el centro político y movimientos populares democráticos sobre la gestión pública de la ciudad y, especialmente, sobre el ejercicio y distribución del poder político en la ciudad y sus territorios.

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No se trata sólo de la revocatoria de Quintero, se trata del replanteamiento-construcción de un proyecto democrático, equitativo, productivo y sostenible para la ciudad frente al agotamiento/crisis de los grandes cambios generados desde 2004 cuando el movimiento Compromiso Ciudadano (integrado por diversidad de sectores sociales, empresariales, populares y académicos) asumió representar e implementar la construcción colectiva que se venía haciendo desde los años de 1990 (Seminarios de Alternativas de Futuro Para Medellín, Casas Juveniles, Redes de Planeación Zonal Participativa y el Plan Estratégico Para Medellín y el Valle del Aburrá, entre otros) y que los partidos tradicionales, con su consabido clientelismo, tal como hoy, desconocían y se negaban a realizar.

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Sea esta la oportunidad no sólo para discutir lo malo o bueno de un personaje (Daniel Quintero) sino también la ocasión para hacer el balance de lo construido social y políticamente en los últimos 20 años y dilucidar-precisar allí qué tipo de proyecto político (no qué persona) necesita Medellín y esta nueva generación, nacida después de los años de 1990, qué no le correspondió vivir la gran crisis y que está poco informada de las grandes movilizaciones y acuerdos políticos de ciudad que hubo de hacerse para pasar del miedo a la esperanza.

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Medellín es más que sus alcaldes, puede superarse y renacer de nuevo.

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Por: Juan Ramírez
Profesor Universitario.
reflactiv@yahoo.com.mx

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