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A un Presbítero…

Respetado Padre Mauricio Vélez.

 

He sabido por boca de Adriana Pérez[1] lo sucedido en el atrio de la Iglesia de Belén, entre usted, ella, otra compañera y algunas feligreses, el domingo 25 de septiembre, después de la misa de la 8 a.m. Allí repartían el volante “5 razones por las que un católico debe votar al plebiscito”. Hecho que le indignó como párroco, precisamente un día antes de la firma del Acuerdo Fin del Conflicto Armado entre el Gobierno Nacional y las FARC.

 

Al escuchar el relato sobre su prohibición de la campaña por el , gritarles que “no lo permitiría en su atrio”, confrontar las dos mujeres, arrebatarles los volantes incluso en el parque de Belén, arengar que “no iba a permitir que continuaran”, señalarlas de “guerrilleras y comunistas”, acompañado de amenazantes feligreses de su parroquia, me viene la imagen de mi padre, cuando de niña le escuchaba hablar sobre el padre  Barrera, párroco de Donmatías (Ant) en los años 50, quien desde el púlpito azuzaba  a la  feligresía a “perseguir y acabar  con esos liberales herejes”.

 

Padre Vélez. Ha pasado más de medio siglo y el tiempo parece detenido. Aquellos eran los tiempos de Primer Plebiscito, Siglo XX, cuando el país  sellaba el pacto de paz entre liberales y conservadores, mientras hoy son los del Segundo Plebiscito, pleno Siglo XXI, sobre otro acuerdo de paz, esta vez protagonizado por el Gobierno Nacional y el mayor-más antiguo ejército insurgente del país.

 

Entre aquellos señalamientos del Padre Barrera y los actuales protagonizados por usted, pervive un continuum de violencia social y política, que hoy nos proponemos erradicar de este país. Esa es la razón del acuerdo final. Por eso la aprobación del plebiscito es una prioridad-país, campaña con la que están comprometidas estás dos ciudadanas.

 

Me cuesta comprender a un líder religioso como usted, respetado en su comunidad, dedicado a un trabajo pastoral, negándoles a un par de mujeres respetuosas de la ley, el derecho a la libre circulación por ese territorio y a la libre información a la que tiene derecho la feligresía de la parroquia que usted lidera.

 

Señor Cura: la violencia política-armada, conlleva otras violencias cotidianas menos visibles y naturalizadas en un entramado socio-cultural que le sirve de retroalimentación. Una de esas violencias es la que vivimos las mujeres, simplemente por el hecho de ser mujeres. Es la violencia basada en el género, concepto hoy vilipendiado y tergiversado por quienes se empeñan en mantener el statu quo. Me pregunto Padre Vélez, si lo mismo hubiera ocurrido con un par de hombres cumpliendo el mismo deber. ¿Les hubiera arrebatado sus volantes? ¿Les permitiría a algunas de sus feligreses, empujarlos y amenazarlos? ¿Les gritaría de la misma manera?

 

Al hablar con Adriana, pude percibir su estado de ánimo temeroso, inseguro, ansioso. Usted y yo sabemos que el miedo va en contravía de la paz.

 

Me pregunto entonces, Padre Vélez: ¿Cómo superar la historia de los años 50 cuando prelados de la Iglesia Católica atizaron el incendio político del país? Hoy en los púlpitos debería retumbar el eco a lo dicho por el Papa Francisco, sobre este proceso de paz: “los garantes deben blindarlo para que no pueda regresarse a la guerra”.[2]

 

Respetado Padre. Estamos dando los primeros pasos hacia un país sin guerra, con la convicción de que las armas nunca producen nada bueno; que con la guerra todos, hombres y mujeres perdemos; que la violencia armada nos hace cómplices de sus crímenes contra la vida y la integridad humanas, mientras la construcción de la paz, por difícil que parezca, nos hace sentir ganadores, porque nos permite crear una nueva mentalidad y una actuación basadas en la ética.

 

Esa convicción moral me acompañará el próximo domingo cuando marque el a la pregunta del plebiscito. Lo haré en memoria de todas las víctimas y para que esta historia nunca más se repita.

 

Querer la paz y estar en contra del plebiscito, es simplemente una falacia; es una manera de desorientar la ciudadanía quien tiene derecho a conocer una información correcta. Por eso, la agresión vivida por las dos ciudadanas, es inaceptable.

 

En estos momentos Señor Cura Párroco, un acto de reconciliación, un diálogo con ellas donde fluya el perdón, sería una manera de resarcir un daño que impacta también a otras personas. Lo dejo a su consideración como líder religioso que predica el amor al prójimo y bendice el perdón.

 

Señor Cura. Tengo la certeza que unos años adelante seremos un país de mejores personas en todos los estratos sociales y en todos los lugares que habitemos. Espero que una feligresía mayoritariamente católica, sea capaz de atender las palabras del Papa Francisco, quien con ocasión del acuerdo final de paz entre el Gobierno Nacional y las Farc, afirmaba: “no tenemos derecho a permitirnos otro fracaso más en este camino de paz”. Esta es otra de las razones del al plebiscito, para creyentes y personas sin credos.

 

Y para finalizar, a usted líder católico reconocido, le invito a recordar al apóstol Pablo[3]: “Si es posible, tanto como puedas, vive en paz con todos los hombres”. Habría que agregarle “y con todas las mujeres”.

 

Feliz noche Padre Mauricio Vélez.

 

[1] Nombre ficticio por seguridad

[2] www.elespectador.com/noticias/polítca/-articulo-645650

[3] Usted más que yo conoce la cita bíblica.

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